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Manuel Hernández Villeta

La lucha política en China sigue viva, a pesar del gran empuje económico

Chen Liangyu, antiguo líder del Partido Comunista en Shangai. (Foto: AP).Chen Liangyu, antiguo líder del Partido Comunista en Shangai

China acaba de culminar el proceso judicial de más alto rango político en más de una década. El antiguo líder del Partido Comunista en Shanghai, capital financiera y escaparate de modernidad del país, ha sido condenado a 18 años de cárcel por un sonado escándalo de corrupción, incluso para un país acostumbrado a una fuerte degeneración de la clase política. Chen Liangyu había sido detenido en septiembre de 2006, acusado de abusar de su poder y malversar una tercera parte de los fondos de pensiones de la ciudad. En el momento de su detención, Chen se desempeñaba también como miembro del poderoso Politburó del Comité Central del Partido. Nadie de esta camarilla de 24 miembros recibía un castigo similar desde 1995, cuando Chen Xitong, es secretario del Partido en Pekín, fue condenado a 16 años a la sombra, también por corrupción. Bajo la ley china, los procesos a funcionarios destacados se desvían a otras demarcaciones para asegurar la imparcialidad del tribunal. El de Chen ha tenido lugar en Tianjin, donde tras un juicio a puerta cerrada, la corte lo condenaba por ’aceptar sobornos y abusar de su poder’ durante los más de 20 años que ocupó distintos cargos en la metrópoli oriental. Durante este tiempo, según la sentencia recogida por la agencia estatal de noticias, Chen desvió al menos 215 millones de euros del fondo de pensiones de la ciudad, además de adjudicar de manera interesada contratos y permisos para uso del suelo municipal.

 La noche de su detención, los cláxones sonaron por todo Shanghai, y algunos ciudadanos se atrevieron a celebrar la caída del dirigente con petardos. Porque si bien Chen, de 61 años, era un corrupto como tantos otros dentro y fuera del Partido, también constituía uno de los principales aliados de Jiang Zemin, el octogenario ex presidente de China que tomó el testigo de Deng Xiaoping -el reformista-, y un líder no muy bien valorado por la mayor parte de los chinos.

 

La defenestración de Chen fue vista en su momento por los analistas como necesaria por sus devaneos con la corrupción, pero también oportuna para Hu Jintao, el actual presidente, que buscaba afianzar su poder dentro de la cúpula del Partido arrinconando a Jiang y su círculo de shanghaineses, partidarios de una apertura económica más radical.

 

El propio Chen era un sátrapa dentro del régimen: tomaba decisiones sin consultar y se oponía, incluso en público, a las directrices del gobierno central. En varias ocasiones había chocado con el primer ministro, Wen Jiabao, sobre el empeño de éste en enfriar la economía y redistribuir la riqueza a los sectores más humildes.

 

Chen no quería poner freno a la inversión. Durante su mandato, mandó construir un modernísimo estadio de tenis para acoger torneos de la ATP y una nueva pista de Fórmula 1, donde ha competido varias veces Fernando Alonso. También logró para Shanghai la Exposición Universal que se celebrará en 2010 y atrajo a Disney para montar un parque de atracciones en la metrópoli, un proyecto que quedó congelado de forma inmediata con su detención.

 

El caso también ha salpicado a varias docenas de funcionarios del partido y empresarios de la ciudad como el magnate Zhang Rongkun, condenado la semana pasada a 19 años de cárcel, y Yu Zhifei, el jefe de la pista de Fórmula 1, a cuatro años.

 

En la historia moderna del país, Shanghai ha sido siempre un hueso duro de roer para la cúpula de Zhongnanhai, el recinto de los líderes comunistas en Pekín. Tras la Revolución de 1949, Mao Zedong castigó a la ’Dama de Oriente’ por sus coqueteos con las potencias extranjeras ocupantes.

 

Tras la apertura y las reformas económicas, Jiang Zemin, que antes de ser presidente había ocupado también el puesto de alcalde en Shanghai, le insufló el oxígeno y los fondos necesarios para convertirla en capital financiera de este lado del planeta. Hoy, con sus más de 20 millones de habitantes, Shanghai genera una quinta parte del Producto Interior Bruto de China.

 

De ahí la importancia de que quien dirige la ciudad sea un hombre de confianza para Pekín. El sustituto de Chen, Xi Jinping, acaba de ser promocionado a vicepresidente y en este momento todos los rumores apuntan a él como el relevo de Hu Jintao al frente del país, después de 2012. Pero antes, tendrá que demostrar su valía como líder, y la tarea no es nada fácil. Se le ha encargado, ni más ni menos, supervisar los preparativos de los Juegos Olímpicos en la capital. Ahí es nada, con toda la que está cayendo.

 

 

 

 

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