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Manuel Hernández Villeta

Miguel Bosé tiene un renacer, y sigue siendo una de las grandes figuras del espectáculo del mundo, y muy ovacionado en la República Dominicana

'Te Amaré', junto con Laura Pausini. (Foto: Raaida Mannaa) 

(Foto: GORKA POSTIGO) 

 

'Te Amaré', junto con Laura Pausini.

Maduro, camaleónico y versátil, Miguel Bosé ha seducido nuevamente a Las Ventas. Y lo ha hecho como sólo él sabe hacerlo.

 

Más de dos horas de concierto en la madrileña plaza de toros, inauguraron anoche, por segundo verano consecutivo, el 'Papitour'. 35 canciones conformaron una velada mágica, en la que Bosé estuvo acompañado por varios de sus amigos.

 

Ataviado con camisa y traje negro, el artista salió al escenario de tres niveles a interpretar, junto a la mexicana Alaska, 'Amante bandido', el tema con el que mostró su cariz irreverente en 1984.

 

Con el público desde el principio en el bolsillo y Las Ventas a reventar, Bosé, de paso 'Sereno', ha sabido darle a cada cual lo suyo, y a Madrid le ha dado 'Bambú'.

 

En todos sus registros

No faltaron ni el artista sensual de sonrisa cínica ni el elegante nostálgico que sabe cantarle a 'Sevilla'. Tampoco faltó el hombre que sabe ceder el protagonismo a sus músicos y amigos, como a Sergi Arola, quien lo acompañó en la guitarra de la canción 'Mirarte'.

 

 

'Te Amaré', junto con Laura Pausini. (Foto: Raaida Mannaa)

Poco a poco fueron llegando los platos fuertes de la noche: 'Te amaré', que cantó con Laura Pausini; 'Hojas secas', con Mikel Erentxun; 'Morena Mía', con el colombiano Cabas, y 'Como un lobo', junto a la modelo y sobrina del cantante, Bimba Bosé.

 

Fueron precisamente 'Morena Mía' y 'Como un lobo' los temas que elevaron la temperatura del lugar. El contoneo de caderas del cantante no pasó inadvertido para los espectadores, que no dejaron de entregarse por completo.

 

Y 'En este mundo va', Bosé demostró por qué 'Los chicos no lloran' y por qué no se debe 'Hacer por hacer'.

 

Mirada atrás

En un salto en el tiempo, el también actor regresó al inicio de su carrera. "Lo que queríamos en aquel entonces no ha cambiado", dijo antes de cantar 'Amiga', 'Creo en ti', 'Linda' y 'Superman'.

 

Una breve pausa causó la desesperación del público, que no dejaba de aclamarlo. Con una camisa blanca, Bosé reapareció más sensible para cantar 'Olvídame', 'Nena' y 'Nada particular', tema que elevó los brazos de los 20.000 asistentes amontonados en Las Ventas, como una señal de libertad.

 

Fue un concierto a la carta, en el que Bosé, con su característico andar, pausado y firme, se despidió al estilo de 'Don Diablo'.

 

Bosé deleitó a un público heterogéneo, elevó la temperatura de Las Ventas y complació a sus fans. En ningún momento hubo barreras, sólo la intimidad entre el cantante y las miles de personas que se han vuelto sus cómplices perfectos en estos 30 años de carrera.

Opiniones de Miguel Bosé

MIGUEL BOSÉ

 

La escuela

No hago nada para mantener vivos los recuerdos, absolutamente nada. El que quiera quedarse que se pelee su espacio, esa ha sido siempre mi postura. Nunca estuve por la labor de atesorar el pasado, ocupa demasiado espacio y requiere demasiada energía.

 

Pero sí que existe un lugar de la memoria dedicado a todo aquello que mereció la pena y que en general habitan las cosas que sobreviven al tiempo. Allí está guardado el Miguel de la primera década, el adolescente sin malicia y de físico efébico que del día a la mañana saltó al éxito con «Linda», alzándose como una bandera generacional.

 

Tan turbador fui para el macho como molesto para el mediocre, lo que me convirtió en algo necesario para el joven sexo femenino de la época que buscaba renovar patrones emocionales, liberarse de clichés rancios y modernizarse a sus anchas, y en mí encontró no sólo una excusa, sino también a un chico sin pudor ni miedo en mostrar ternura. Eso desató muchos celos en mi contra y a priori. Fueron diez años de locura, en los que tuve la sensación de estar surfeando sobre la cresta de una enorme ola que en cualquier momento sabía que podía aplastarme, pero cuyo rugir ensordecedor me provocaba un vértigo fascinante que me atrapó para siempre y del que nunca más he podido escapar.

 

En esos años descubrí una vocación, construí los cimientos de una profesión, me apliqué en silencio y aprendí todo por lo que hoy siento, respeto y que sigo agradeciendo.

 

La Universidad

Un buen día empezaron a sonarme melodías raras en la cabeza que me puse a perseguir. Desde aquel momento algo gordo pasó; fui perdiendo interés por la forma de hacer música en la que hasta entonces había creído. Me surgieron la necesidad y la urgencia de lanzarme a hacer otra música, esa que me estaba naciendo, o de lo contrario muerte. Entré en crisis severa.

 

Otro buen día topé con Roberto Colombo, teclado y ánima de un grupo de rock progresivo llamado «Premiata Forneria Marconi», que se entusiasmó con el proyecto y decidió producirlo. Estaba loco, era genial, visionario, gran músico y muy valiente. Fue él quien dio forma a la canción «Bandido» y con quien comencé la aventura musical que me trae hasta hoy, quien apostó por el mundo que puse en sus manos. De él aprendí casi todo lo que soy. Fue mi mayor maestro, mi mejor influencia.

 

A partir de entonces desaté un lenguaje tan libre como personal y tan necesitado de constante renovación como de audacia. Durante las casi dos siguientes décadas eso es lo que he hecho, lo que he ido potenciando. Si repaso los capítulos de estos últimos veinte años, siento que ha habido mucha coherencia. También mucha honestidad, voluntad, trabajo, disciplina, constancia.

 

Durante mis camaleónicos treinta, di rienda suelta a todo lo pendiente, atreviéndome, yendo voluntariamente de infierno en infierno. Quizás por que aún me pensaba inmortal, ávido de riesgos crucé los fuegos más peligrosos que se me pusieron al paso y salí de todos ellos sin rastro de ampolla, como las salamandras.

 

Conocí el poderoso y tan necesario lado oscuro de las cosas, el que tanto placer hoy me sigue dando y que tanto tiene ya que ver conmigo.

 

Fue una época brillante, divertida, por la que agradezco haber pasado de boca en boca y que por fin despertó el Dominguin que había en mí y por el que mi padre tanta admiración y complicidad sentía. Fui la fiel consecuencia de su puro ADN, lo que en resumen y en verdad soy.

 

A los cuarenta me dio por enzarzarme en pérdidas de tiempo tales como compromisos políticos, intelectualidades varias, psicoanálisis, enamorarme sin ton ni son, querer mantener la misma talla de vaqueros, etcétera, todas ellas sin éxito. Eso es lo que tiene el madurar. Aparecieron la ironía, el escepticismo, la tolerancia, la dureza, el desencanto y por fin el sentido del humor.

 

Mientras tanto, de cada experiencia fueron surgiendo canciones, como quien no sabe que para eso sirve la vida.

 

La tesis

Mañana seguiré buscando un espacio en el que se me siga permitiendo vomitar éste lenguaje. Un espacio que sea inmenso, inagotable e infinito en el que pueda seguir traduciéndome sin límites, como del que hasta hoy he dispuesto. Ese es mi deseo.

 

Pero ahora y de momento, vamos a celebrar el haber llegado hasta aquí, ¿no os parece?

 

Gracias a todos y cada uno de los que a lo largo de estos treinta años me han permitido ser Miguel, Bosé, y su fórmula equilibrada, Miguel Bosé.

 

Seguiremos juntos aún por un tiempo.

 

Gracias de corazón,

 

Miguel.

 

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