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Manuel Hernández Villeta

¿Vale una puta perder una gobernación, y una eventual candidatura presidencial?

 Fachada del hotel en el que se produjeron los hechos. (Foto: AP)

Fue en el hotel Mayflower de Washington donde estuvo hospedada durante dos años Judith Campbell Exner, la amiga especial del presidente Kennedy. Fue también en el mítico Mayflower donde los investigadores tramaron la encerrona a Monica Lewinsky, para que contara la verdad y toda la verdad sobre su relación con el presidente Clinton. Y ha vuelto a ser el Mayflower, habitación 871, el lugar elegido para su harakiri político por el gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, previo alivio con una prostituta llamada 'Kristen'.

 No es de extrañar que el Mayflower se anuncie a bombo y platillo como 'la segunda mejor dirección de Washington', tan sólo superada por la cercana Casa Blanca...

"El cliente puede pedirte cosas que quizás no sean muy seguras, quiero decir cosas muy básicas", le advirtió a 'Kristen' la celestina, Temeka Rachelle Lewis. "Tengo una manera de tratar con ese tipo de gente", replicó la prostituta. "Le diré algo así como, tío, ¿de verdad quieres sexo?".

Hasta el momento sabemos que el cliente número 9 -o sea, Spitzer- pagó 4.300 dólares por dos horas y medio de servicio. Y que la chica en cuestión vino hasta el Mayflower en tren y desde Nueva York, violando una vieja ley federal que prohíbe viajar de estado en estado 'con fines de prostitución'.

Sabemos también que la última escena de 'El Emperador está desnudo' –como tituló astutamente el New York Post- se rodó en vísperas del Día de los Enamorados, aunque la cosa venía de antiguo, de seis años a seis meses, según las fuentes.

Ahora resulta que el propio Spitzer usaba de tapadillo las redes de prostitución al tiempo arremetía contra ellas como fiscal general de Nueva York, alegando que eran tapaderas para el tráfico humano y el lavado de dinero. Su lapidación tiene mucho de moralina, pero lo que está en juego es algo más que el simple hecho de que el Gobernador se haya ido de putas (no ha sido el primero ni será el último).

Por más que Spitzer se empeñe, su 'asunto privado' se ha convertido en un escarnio público, y ni los abogados de Bill Clinton ni los de O.J. Simpson van a poder rescatarle de este embrollo. Su esposa, Silda Wall, se ha visto obligada a interpretar el papel de 'I Stand by my Man' ("permanezco junto a mi hombre"), pero ninguno de los dos va a poder aguantar durante mucho tiempo la farsa.

Esta película, con diferentes intérpretes, ya la hemos visto antes. La cosa huelde a dimisión, aunque dado el carácter del personaje –"¡Soy una apisonadora y te voy a destruir!"- caben muchos desenlaces posibles.

 Seguirán goteando los detalles, y los anatemas contra la corrupción y la hipocresía, pero hay un hecho evidente que a ninguno se le pasa por alto: en el ranking de recientes escándalos sexuales, y pese a la caída del Emperador de Nueva York, los republicanos sigue llevando la iniciativa.

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