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Manuel Hernández Villeta

Las cartas de amor de Adolfo Hitller llevadas al teatro....Los alemanes revisan su pasado

Imagen:Adolf Hitler in Yugoslavia crop.JPG

El amor es ciego pero tiene su drama, y el de un caudillo a veces pide escenario. Y cuando éste es uno de los mayores autócratas de la historia, ¿qué mejor estreno que en el Día Mundial del Teatro? Una compañía alternativa, en la ciudad de Neuss, estrenará con tal ocasión «Cartas de amor a Hitler», según revela la prensa renana, lo que sería un montaje arrevistado en torno a lectura de la rendida correspondencia amorosa de las admiradoras del Führer. El grupo pretende poner en guardia frente a la cursi fascinación que fue capaz de despertar un exterminador de calibre mundial.

 Aquí el amado es, para una, «mi lobito», y allí, para otra, su «majestad», según la comprensión freudiana del deseo en cada cual, aunque «Adi» es el diminutivo cariñoso de Adolfo en la parla rural del sur y «mi dulce corazoncito» y «Adolfo de mis entrañas» salpimentan la devoción epistolar hacia el fracasado pintor trocado en paladín. De lo poco adelantado se desprende que no son precisamente las cartas del joven Werther -que escribía Goethe-. Pero el carteo de las fans arias con su líder adquiere por momentos el tono de «Calixto y Melibea» y añade el morbo de encumbrar como a un bello Ulises a quien física y patéticamente sería su antónimo, y sin embargo hacía soñar a las masas y no sólo femeninas.

En la representación de Johann Wild para el Día Mundial del Theater am Schlachthof (del Matadero) se leerá, por primera vez con dramaturgia de musical de los años 30, el contenido de las misivas originales. Cuatro actrices se alternarán en la dramaturgia de la pasión epistolar, a lo largo de 16 cartas, y el hilo conductor de un conferencier al estilo de «Cabaret». Con ser un montaje especial para la ocasión, las funciones se prolongarán durante el mes de abril y mayo.

Hallada por un soldado

La famosa correspondencia que guardaba Hitler hasta el último día fue hallada, en 1945, por un soldado estadounidense entre los restos humeantes de la Cancillería del Reich. W. C. Emker era en realidad un alemán huído e incorporado al cuerpo de espionaje del Ejército americano y fue birlando poco a poco las cartas a los soviéticos que ocupaban la Cancillería.

Según avanzan los organizadores, el texto de las tales cartas «demuestra en su brutalidad y servilismo, en su arrogancia y cursilería, una enorme disposición a la colaboración difícil de probar de un modo tan convincente». Diez mil cartas de amor llegó a recibir Hitler de sus cariñosas seguidoras, trágico amor nunca atendido ni saciado, pues la mayoría de las dedicadas misivas nunca llegó a abrirlas, si bien las hizo conservar todas en cajas.

El gerente del teatro de Neuss, Reinhard Mlotek, explicó así a la agencia Efe la elección y la intención del montaje: «Pensamos que convenía recordar un pasado no tan lejano, a setenta y cinco años de la llegada al poder de Hitler y cuando algunos parece que le ven hasta cosas buenas», alusión probable al dilema planteado recientemente por una presentadora de televisión sobre si se pueden elogiar ciertas políticas de un político perverso.

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