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Manuel Hernández Villeta

La guerra por el hielo, será una de las próximas conflagraciones mundiales

La guerra por el hielo, será una de las próximas conflagraciones mundiales

 
MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA

MADRID.- "Los registros climáticos indican que el Ártico se calienta a un ritmo de 0,4ºC por década, dos veces más rápido que el resto del planeta". Así lo explica el oceanógrafo español Carlos Duarte, investigador del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), quien ha presentado las conclusiones recogidas en el informe ’Impactos del calentamiento global sobre los ecosistemas polares’, publicado por la Fundación BBVA. La pérdida de la placa de hielo Ártico se ha acelerado hasta llegar a ser 18 veces mayor que la de las últimas décadas. En septiembre de 2007 se alcanzó, luego de una abrupta pérdida, un mínimo histórico en la extensión del hielo de la zona. "En un mes se perdió lo que se había perdido en 15 años, y durante el último año lo pronosticado para todo el siglo XXI", apunta Duarte.

"Aunque debemos esperar hasta comienzos de septiembre para poder saberlo con certeza, todo apunta que la cantidad de hielo que se perderá este verano será similar o ligeramente superior a la de 2007", asegura el científico. "El hielo que cubre el área hoy es mucho más frágil, lo que indica que su desaparición será mucho más rápida", explica.

El científico afirma que durante el año pasado una serie de causas "coincidieron para provocar en el Ártico" lo que se puede denominar como una ’tormenta perfecta’: el cambio de circulación que forzó una entrada del agua del Pacífico, la mayor salida de agua de deshielo que propició la entrada de agua más caliente del Atlántico, la entrada de masa de aire caliente por la troposfera y las mayores radiaciones solares son algunas de ellas.

Sin embargo, el investigador considera que "sigue habiendo algo que se les escapa" para explicar todo lo que está sucediendo, lo que "genera grandes incertidumbres en los efectos a corto y largo plazo" de estos fenómenos. "La ciencia no es capaz de generar certezas", añadió Duarte durante la presentación del libro, que contiene aportaciones de destacados científicos y ecólogos alemanes, canadiense y británicos, así como de la de los españoles Jaume Forcada, científico del British Antartic Survey y Susana Agustí, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

 

Revisar las estimaciones

En el caso de la Antártida, aunque se observa una pérdida de hielo "en las zonas de la periferia, que ocupan las amplitudes menos elevadas", se espera que el calentamiento sea "prácticamente nulo", ya que en la parte interior de la zona se produce un continuo incremento de la masa de hielo.

 

La aceleración del deshielo Ártico está obligando a los investigadores a revisar las estimaciones de la pérdida completa de hielo durante el verano de los ecosistemas polares. En agosto del año pasado los científicos apuntaban que este fenómeno se produciría para el año 2040, hoy establecen que el hecho puede darse entre el 2015 y el 2020.

 

Duarte explica que el deshielo en los polos está originando cambios en la biodiversidad, hasta el punto de que se están introduciendo e instalando especies invasoras como insectos, plantas y ratas, que antes no podían sobrevivir los inviernos y que ahora están logrando desplazar a la fauna autóctona del lugar.

 

Otro de los temas del que hace referencia el informe es de los conflictos geopolíticos que se vienen produciendo en el Ártico. Al contener el 25% de las reservas de gas y petróleo del mundo, la pérdida de hielo en está zona ha acrecentado la ’fiebre del oro’ entre los países ribereños, que se disputan también por recursos como los stocks pesqueros, los metales preciosos y las nuevas rutas de navegación que están quedando al descubierto.

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El Ártico se funde. El aumento constante de temperaturas en las últimas décadas como consecuencia de las altas emisiones de CO2 a la atmósfera está dejando sus huellas en el Polo Norte más que en ningún otro lugar del mundo. Las grandes placas heladas que cubren el océano Glaciar Ártico desaparecen a una velocidad muy superior a la prevista inicialmente -y superior a la del hielo continental-, y las últimas predicciones pronostican que, en menos de dos décadas, el océano habrá perdido todo su hielo en verano. Mientras los científicos se llevan las manos a la cabeza, no son pocos los que reciben la noticia con alegría.

 

Y no es para menos. Según el Instituto Geológico del Departamento de Interior del Gobierno de EEUU (US Geological Survey), en ciertas regiones del océano Ártico podría esconderse el 25% de las reservas de petróleo que quedan por explotar en el mundo. Aunque estas estimaciones son, para muchos, demasiado optimistas, habría que sumar los ingentes depósitos de gas y supuestas minas de diamantes que de momento permanecen inaccesibles debido a la capa helada que las cubre.

 

El deshielo marino daría vía libre a la explotación de estos recursos, pero también a nuevas rutas marítimas estratégicas: este verano, la Ruta del Noroeste, en el Ártico norteamericano, quedó temporalmente descongelada y por lo tanto navegable sin necesidad de rompehielos. Los científicos lo consideraron un acontecimiento sin precedentes, y no descartan que en breve quede despejada también la Ruta del Noreste, del lado siberiano. La aparición de nuevas rutas navegables en esta región acortaría enormemente los trayectos que unen el Pacífico con el Atlántico, pero según Joan Fabres, coordinador del programa de la Plataforma Continental de la UNEP (Programa de la ONU para el Medio Ambiente), la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar no permite que ningún Estado ribereño se lucre por ello, incluso si la ruta está dentro de sus aguas territoriales o archipelágicas.

 

La Ruta del Noroeste despejada este verano se abrió entre las islas más septentrionales de Canadá, aguas archipelágicas en las que Ottawa afirma tener plenos derechos. EEUU, sin embargo, lo considera un estrecho para la navegación internacional. Sea como sea, la suerte está por echar. El debate que se abre ahora es: ¿a quién pertenece el Ártico?

 

En agosto, una expedición científica rusa quiso dar respuesta a esa pregunta al plantar su bandera en el fondo marino, a cuatro kilómetros por debajo del Polo Norte. Las reacciones de los otros Estados árticos no tardaron en llegar: Dinamarca, que controla Groenlandia, envió un rompehielos en una misión geológica para recoger posibles pruebas de que el Polo Norte también le pertenece. Poco después, EEUU hizo llegar un rompehielos para hacer un mapa del fondo ártico, mientras que Canadá se ha propuesto crear una base militar en su región más nórdica y nuevos rompehielos con el fin de «proteger sus intereses». Noruega, dueña de una de las principales empresas petroleras de Europa y de importantes yacimientos de gas en sus territorios más septentrionales, también está dispuesta a reclamar su parte. Pero la ley y la ciencia serán las que decidan.

 

En principio, el Polo Norte es una ’tierra de nadie’ sobre la que apenas existen leyes. A diferencia del continente antártico, que cuenta con un tratado internacional que ha permitido protegerlo de las actividades económicas y militares, el océano Ártico está expuesto a la explotación. El artículo 76 de la Convención de Naciones Unidas del Derecho del Mar, de 1982, abrió la posibilidad de que los países ribereños pudiesen reclamar una zona económica por encima de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) que corresponden a sus aguas territoriales, hasta las 350 millas, si su plataforma continental se prolonga más allá de esos límites, dice Fernando Mariño Menéndez, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad Carlos III de Madrid. El plazo para hacer esta reclamación ante la ONU es de 10 años desde la firma del acuerdo, o 2009 si la ratificación fue anterior a 1999.

 

Esto es lo que lleva haciendo activamente Rusia desde que ratificó la Convención. Su plazo está a punto de expirar, y su objetivo urgente es demostrar que una porción del Ártico equivalente a la superficie de Europa Occidental le corresponde. Para ello, debe probar científicamente que una dorsal que atraviesa el Polo Norte, la de Lomonosov, es una prolongación de su plataforma continental. «La dorsal de Lomonosov es un puente geológico continental entre Siberia y Dinamarca, quizás Canadá también. Se sabe que se desprendió del actual margen continental ruso hace 55 millones de años; se sabe que es continental, y no oceánica, por lo que los Estados ribereños tienen derecho a reclamarla», comenta Angelo Camerlenghi, profesor de investigación ICREA de geología marina en la Universidad de Barcelona.

 

Joan Fabres considera que la tarea no es tan fácil. En primer lugar, la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (de la Convención del Derecho del Mar) tiene que evaluar si Lomonosov es una cordillera o una elevación submarina en términos legales. «La ley no está escrita por científicos y los términos empleados no siempre tienen un análogo inequívoco en geología»-, dice Tina Schoolmeester, del mismo equipo que Joan Fabres. En base a esta valoración, que se hará sobre las pruebas científicas presentadas por cada país, señala Fabres, se determinará el solapamiento de las plataformas continentales de los Estados que rodean Lomonosov (en este caso Rusia, Dinamarca y Canadá), y por lo tanto la necesidad de llegar a acuerdos para establecer las fronteras y los derechos de explotación, que se refieren únicamente a los recursos del fondo marino, ya que la columna de agua debe mantenerse internacional. El pasado 20 de septiembre, los rusos aseguraron que ya tenían las pruebas para presentar ante la ONU.

 

Sin embargo, existen dudas de que en la disputada dorsal haya realmente petróleo. «En teoría sí, pero nadie lo ha visto», continúa Camerlenghi. Según el científico, que ha dirigido una de las investigaciones españolas en el Ártico este verano, los hidrocarburos siempre se concentran en los márgenes continentales y nunca en el centro de un océano, por lo que en este caso sí sería posible que hubiese petróleo. De momento, Rusia ya cuenta con un plan de extracción de más de 170.000 millones de metros cúbicos de gas y más de 10 millones de toneladas de crudo del Ártico para 2030, informa Daniel Utrilla desde Moscú.

 

Como era de esperar, el resto de países árticos (Noruega y EEUU) no está dispuesto a quedarse sin botín, y cada uno busca reclamar su zona de explotación de 350 millas sobre un mapa cuyas delimitaciones territoriales han sido siempre muy ambiguas. Por otra parte, EEUU es el único de los países ribereños que no han ratificado la Convención de la ONU, durante tiempo rechazada por la Casa Blanca. Ahora, la Administración Bush parece tener prisa por firmarla dada la enorme riqueza que podría estar en juego. «Las plataformas continentales árticas son muy amplias en dirección al Polo Norte, mucho más que en cualquier otro océano», explica Miquel Canals, catedrático de geología marina de la Universidad de Barcelona. «Que la dorsal de Lomonosov sea de unos o de otros depende también de cómo se tracen las líneas divisorias. A EEUU es a quien más lejos le queda, pero todo depende». Al final, coinciden los científicos, los argumentos políticos pesan más que los geológicos.

 

De todos modos, aunque Alaska se quede fuera de la dorsal de Lomonosov, la posibilidad de repartirse el Polo Norte está abierta a todos los países ribereños. La carrera se remonta a décadas atrás, con sus momentos álgidos durante la guerra fría. Si ahora se discute la soberanía de todo el Ártico, Noruega y Rusia han tenido contenciosos en torno al Mar de Barents -que aún hoy reclama Moscú-, y Canadá y EEUU mantienen un viejo conflicto sobre la Ruta del Noroeste.

 

Pero esta vez es el cambio climático el que ha dado el pistoletazo de salida. Con la fusión de los hielos arranca la fiebre del oro negro, el mismo que está provocando el rápido deshielo del Ártico.

 

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