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Manuel Hernández Villeta

Mao Tse Tung siguen siendo el gran timonel en China, pero llega la era del capitalismo

Chinese acrobats perform to warm up the crowd at the Olympic weightlifting competition at the Beijing 2008 Olympics in Beijing, China Monday, Aug.11, 2008. Ed Wray / AP  Zhang Xiangxiang of China kisses the weight after winning the gold medal of the men’s 62 kg category of the weightlifting competition at the Beijing 2008 Olympics in Beijing, Monday, Aug. 11, 2008. Andres Leighton / AP

Desde una de las murallas que rodean la Plaza de Tiananmen, la imagen del Gran Timonel observa a los miles de transeúntes que van y vienen en un hormigueo constante con la calma de un monje que ya no espera nada.

Bajo el peso de una reforma económica impensable en su tiempo, la figura de Mao Tse Tung se difumina en la China de hoy y su legado se resiente ante las grietas de la crítica que, lenta pero inexorable, se abre paso.

Además del cuadro en la plaza, no tan enorme según las costumbres comunistas, y de su rostro en los nuevos billetes --denominados ahora renmimbi-- ya no es posible ver a Mao en muchas partes en Pekín.

"Hablar de Mao no está de moda’’, advierte un periodista chino que por nada del mundo se atreve a dar su nombre. "Está en el panteón imaginario de los héroes del país, pero en la vida práctica no tiene ningún sentido’’.

¿Qué queda de las ideas de Mao en el terreno social y político?

Salvo el dominio todavía hermético del Partido Comunista en casi todos los aspectos de la vida diaria, casi nada, sólo el recuerdo de grandes nombres que muchos no quieren recordar.

El Gran Salto Adelante, La Revolución Cultural, La Campaña de las 100 Flores... lemas que ahora resultan huecos, altisonantes y reaccionarios, completamente ausentes en un país que, aunque todavía se aferra al pasado en ciertos aspectos, ha entrado en una espiral de modernización que amenaza con arrastrar todo a su paso.

Si la nomenclatura china todavía no puede despojarse del todo del arrastre de Mao, se debe a que en ello podría irle la propia existencia de su poder. Un aumento de la crítica al estratega de la Gran Marcha podría abrir las compuertas del desahogo en la población.

Durante años ha existido en las altas esferas chinas una lucha soterrada para revisar el período de efervescencia de Mao e incluso el presidente Hu Jintao se reunió casi en secreto con gentes que sufrieron en carne propia la Revolución Cultural y prometió que algo se debía hacer.

Pero existe el miedo de una perestroika a la china.

"Hay quien dice que Mao sentó las bases de lo que China es hoy, pero no es así’’, explica el periodista. "La Revolución Cultural aniquiló casi toda la intelectualidad del país, y eso que él mismo no era un poeta de los peores, y el Gran Salto Adelante dejó decenas de millones de muertos. ¿Qué bueno se puede decir de eso’’.

Sus defensores alegan no sólo que a partir de su triunfo en 1949 China se dio a conocer al mundo, sino que su obra transformadora eliminó el analfabetismo y elevó la expectativa de vida del ciudadano común.

Sin embargo, dentro y fuera de China se le achaca un voluntarismo y un culto a la personalidad que eventualmente lo alejaron de la realidad del país y lo llevaron a una existencia de reclusión y a una paranoia que arruinó a millones de seres humanos.

Y lo que es peor, su accionar es la guía intelectual de quizá la tiranía más cruel que haya visto el mundo: la de los Jémeres Rojos de Cambodia, que llevaron su Revolución Cultural un paso más allá y eliminaron a tres de los cinco millones de ciudadanos que tenía la nación asiática al momento de su caída.

"Todo eso es cierto, pero el mundo no debe esperar una crítica como la que hizo Nikita Jruschev contra Stalin’’, dice, no sin temor, otra persona vinculada al trabajo en el centro de prensa de los Juegos que vivió en Occidente unos cuantos años. "Esa no es la forma china de hacer las cosas. Este es un país donde los ancianos y los muertos son venerados, no importa lo que hayan hecho. La mejor crítica sale del silencio y el olvido’’.

Y de la fuerza de una economía que cada vez más adopta los patrones del mercado y permite que los ciudadanos, si no transgreden los espacios de la política, puedan recoger los frutos de su creatividad.

En la Plaza Tiananmen muy pocos se atreva a hablar de Mao con un periodista extranjero, tal vez porque temen que El Gran Timonel cambie su mirada de abuelo bondadoso y los regañe.

"No podremos olvidar nunca que Mao liberó al país [en referencia a las tropas nacionalistas de Chiang Kai Shek] y eso abrió la puerta a esta realidad’’, dice el reportero. "Si hoy China es una potencia se debe en gran parte a él’’.

A lo lejos se pueden apreciar los nuevos rascacielos que se elevan contra el cielo de Pekín, repletos de letreros lumínicos que anuncian la ola de empresas capitalistas establecidas en China.

"No, definitivamente, si Mao volviera a vivir estaría asqueado con todo esto’’, concluyó el periodista.

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