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Manuel Hernández Villeta

Jugadora de baskebol, reyna de belleza, política de agallas, y ahora una desconocida luchando por llegar a la Casa Blanca

Situado a la orilla de dos lagos y rodeado de montañas, la belleza de Wasilla es cautivadora. En pleno invierno, sólo podrá apreciarse durante las única cuatro o cinco horas de sol diarias. En este atardecer de principios de septiembre, un viento fresco azota sus casas de madera. Dentro de pocas semanas, los termómetros descenderán de los 30 grados bajo cero. Vivir en un lugar así forja un carácter indómito. Como el de Sarah Palin, desconocida gobernadora de Alaska hasta hace una semana y ahora posible vicepresidenta de los Estados Unidos.

 

Sarah Louise Heath -su nombre de soltera-, 44 años, no es natural de las tierras heladas. Nació en la rural Sandpoint, un poblacho de Idaho cuyo nombre significa, paradójicamente, «punto de arena». Su padre, profesor de Ciencias y de Educación Física, decidió seguir los pasos de los aventureros que exploraron un inhóspito territorio conocido como «la última frontera».

 

La adaptación a Wasilla, entonces una aldea de 400 habitantes, no fue difícil para los Heath. Como en Sandpoint, podían realizar sus actividades favoritas al aire libre: pescar y cazar. Sarah consiguió su primera pieza a los 10 años: un conejo silvestre. Luego afinó su puntería y pasó a mayores, abatiendo alces y renos, animal símbolo de Alaska. Su pasión por las armas se ha convertido en uno de sus mayores activos políticos, ganándose los favores de la poderosa Asociación Nacional del Rifle -uno de los mayores grupos de presión dentro del Partido Republicano-, de la que es miembro.

 

Su perfecta integración a la idiosincrasia y al peculiar estilo de vida de Alaska es una de las claves de su gran popularidad como política. «Sarah es una persona muy normal. Su familia lleva una vida muy parecida a la nuestra. Nos sentimos plenamente identificados con ella», cuenta Wendy Cucullu, una profesora de primaria de origen vasco cuyos hijos han ido a clase con los de Palin.

 

Esta es la fórmula buscada por el veterano aspirante conservador a la presidencia, John McCain(72 años): una madre de familia estándar con la que puedanidentificarse toda mujer estadounidense.

 

SARAH «BARRACUDA»

 

Wasilla está a 69 kilómetros de Anchorage, la capital económica de Alaska, con la está comunicada por un tren que pasa una sola vez cada día en cada dirección. Eso, si las nevadas lo permiten. Allí todos llaman a la gobernadora por su nombre. «Es muy simpática y agradable, todos la queremos mucho», añade la vasca Wendy. Todos saben cuál es la casa de la familia Palin, pero nadie lo revela. Los servicios secretos, presentes en el pueblo, han hecho bien su trabajo.

 

A sus 44 años, Sarah Palin conserva intacta la belleza que la llevó a la final del concurso de Miss Alaska en 1984. Aunque su look ha cambiado bastante para convertirse en la perfecta vicepresidenta. Ahora, con sus gafas sin montura y su larga cabellera recogida, tiene más bien un aire de joven ejecutiva o de azafata de una compañía aérea con sonrisa profidén.

 

Aquéllos que intuyan una personalidad dócil y complaciente tras sus encantos no podrían andar más desencaminados. No en vano, la gobernadora de Alaska se ha ganado con todo merecimiento el apodo de barracuda, un pez conocido por su agresividad y fuerza.

 

«Este sobrenombre se lo pusieron sus compañeras del equipo de baloncesto por su intensidad defensiva», rememora ante Crónica Dan Garden, profesor jubilado que fue entrenador de Palin durante sus años de estudiante de secudaria. Garden, de 61 años, no ha olvidado las aptitudes de la gobernadora en la pista, pues era la capitana y una de sus mejores jugadoras: «Sarah era una jugadora inteligente y solidaria tanto en ataque como en defensa. Agresiva, pero honesta».

 

De hecho, Palin, presidenta de la hermandad de atletas cristianos, fue una de las máximas artífices de la victoria que cosechó el Instituto Wasilla en la final del campeonato interescolar de 1982. «Sarah se había hecho un esguince en el tobillo, pero insistió en jugar por la importancia del partido», explica el entrenador. «Cojeaba un poco y decidí sentarla cuando creí que el partido ya estaba ganado. Entonces, los rivales remontaron, y recurrí a ella de nuevo». A pesar del dolor, a Sarah no le tembló el pulso. Anotó la canasta decisiva que selló la victoria: 58-53.

 

La biografía de Palin contiene numerosos ejemplos de coraje y determinación, que a veces bordean la temeridad, como su comportamiento antes del parto de su quinto hijo. El pasado mes de abril, antes de realizar un importante discurso en Texas en la convención anual de gobernadores, se dio cuenta de que estaba perdiendo fluido amniótico. Sin embargo, ello no impidió que llevara a cabo su intervención, tras la cual pidió permiso a su médico para coger un vuelo de ocho horas hacia Alaska sin informar a la compañía aérea. Pocas horas después del aterrizaje, nació Trig Paxton Van Palin, al que ha sostenido en brazos durante muchos momentos de la convención republicana celebrada esta semana.

 

Así pues bien hará el aspirante demócrata a la vicepresidencia, Joe Biden, en no creer que su crucial debate televisado con Palin en octubre va a ser coser y cantar sólo porque Palin carezca de experiencia en la escena política nacional. «Una vez tras otra, quienes han infravalorado a Sarah han cometido un gran error», advierte Kaylene Johnson, autora de una biografía de 159 hojas de la flamante gobernadora, convertida en pocos días en un best-seller.

 

Otro de los valores de Palin que encajan perfectamente con los de Alaska es su profunda religiosidad, así como la importancia que otorga a la familia. La gobernadora se casó a los 24 años con Todd, de origen esquimal y compañero de clase del instituto. Juntos han tenido cinco hijos: Track, de 20 años, Bristol, de 17, Willow, de 14, Piper, de 7, y Trig, de sólo cuatro meses.

 

Su último embarazo puso a prueba las convicciones de esta política profundamente contraria al aborto -sólo lo acepta en caso de peligro para la salud de la madre-. Tras ser sometida a varias pruebas, le informaron que su hijo nacería con síndrome de Down. Ni tan siquiera se planteó el aborto, ganándose así la admiración de la derecha cristiana, otra de sus principales bases de apoyo político.

 

A pesar de tener poco más de 8.000 habitantes, en Wasilla hay almenos una docena de iglesias, cada una de una confesión distinta. Excepto la mormona, la católica y la Bible Church, la de la familia Palin, el resto sólo se distinguen por un cartel blanco en la pared que anuncia la denominación de la iglesia y su horario.

 

A lo lejos, la Bible Church, de confesión evangélica, parece una inmensa superficie comercial de paredes verdes, con su correspondiente aparcamiento. «Desde que fue elegida gobernadora ya no viene tanto, porque pasa mucho tiempo en la capital. De todas formas, nunca coincidimos porque yo vengo a la misa de las 9:30, y ella a la de las 12», comenta Mark Chryson, informático y devoto. Por lo visto, la última vez que asistió a misa fue hace un par de semanas, para la «dedicación» de Trig -los evangélicos no bautizan a los recién nacidos.

 

ALCALDESA ANTI ABORTO

 

La vida espiritual de Palin ha sido agitada. De niña, fue bautizada católica, pero a los 13 años recibió el bautismo de nuevo en la pentecostal Assembly of God. A pesar de haberla abandonado en 2002, a veces participa en algunos de sus actos. Precisamente, allí dio su polémico discurso de junio, en el que dijo que los EEUU enviaron soldados a Irak porque era «una tarea divina». Así pues, no es de extrañar que se muestre tan orgullosa de que su hijo Track se alistara a los 17 años en el Ejército y se prepare para ser destacado a Irak próximamente.

 

Su respaldo entre la derecha cristiana es tan sólido que no se ha tambaleado ni con la noticia del embarazo y la boda de penalti de su hija Bristol. «Eso puede pasar en cualquier familia», comenta Susan Butler, enfermera de mediana edad.

 

En parte, la gran popularidad de Palin en Wasilla se debe a su historial como alcaldesa. Su política de rebajar los impuestos directos y aumentar aquéllos sobre el consumo -que no sólo pagan los autóctonos- permitió nutrir al erario público y modernizar la ciudad. «Gracias a su política de potenciación de las infraestructuras, Wasilla ha doblado su población y es el pueblo de Alaska con una economía más dinámica», asegura Diane Keller, actual alcaldesa del pueblo, tras suceder a Palin.

 

Curiosamente, la principal adversaria en los comicios de 2002 de Keller, que trabajó estrechamente con Palin en el consistorio, fue Fay Palin, suegra de la gobernadora. A pesar de los vínculos familiares, Sarah pidió el voto para Keller. La razón: su suegra es favorable al aborto.

 

La politización de la alcaldía es otra herencia de la administración Palin. En su primera campaña, en 1996, introdujo la cuestión del aborto en el debate. Tras su victoria, estalló un pequeño escándalo: destituyó a la responsable de la biblioteca municipal porque se negó a retirar libros que ella consideraba «objetables moralmente». La reacción desfavorable del pueblo la echó atrás. Sus polémicos inicios quedaron enterrados. En 1999, arrasó en su reelección: 826 votos contra 255.

 

Otra de las razones por las que McCain la ha elegido como vicepresidenta es su imagen de reformadora implacable, obtenida gracias a su victoriosa cruzada contra la red de políticos corruptos que controlaba el Partido Republicano en Alaska. De hecho, una de las primeras medidas que adoptó después de ganar las elecciones al cargo de gobernadora fue subastar en Internet el jet privado de su antecesor y despedir al chófer. A ella le gusta conducir su propia furgoneta.

 

El pasado miércoles, los entusiastas habitantes de Wasilla abarrotaban los bares del pueblo para vibrar con su discurso en la convención republicana, como si fuesen las series finales de la liga de hockey sobre hielo. «Sarah es una persona dinámica, trabajadora e inteligente. Será una gran vicepresidenta», asegura a Crónica la oronda alcaldesa Keller.

 

Si una cosa quedó clara tras su excelente discurso del miércoles, en el que se burló varias veces de los demócratas y de su candidato, Barack Obama, es que su ascenso fulgurante no le ha provocado vértigo. Ya se sabe que a las barracudas, como a los tiburones, no hay forma de amedrentarlas.

 

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