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Manuel Hernández Villeta

La juventud necesita un pleno desarrollo, pero no llegará al éxito si se mantiene el círculo de miseria y abandono social

 

 

La juventud dominicana es piedra filosofal, para que muchos piensen en el futuro, o jueguen con ella con fines de obtener votos electorales. Pero en verdad, para pocos hay una salida real, puesta sobre el tapete, en torno a los sinsabores y desafueros, que sufre la juventud nacional. Los problemas que constriñen y castran a la juventud dominicana, son los mismos que sufre una sociedad en profunda crisis, con los caminos cerrados para las minorías. 

Para la juventud dominicana, sobre todo la gran mayoría, la que proviene de los barrios de cañadas y de cloacas, hay un camino abierto, el más fácil y el más directo, que es la violencia. 

El pandillerismo, las drogas, la cárcel o el cementerio, aunque sean acomodados a las necesidades de cada joven, tienen su origen en profundas desavenencias sociales. 

La crisis de la juventud, que es la misma del país, viene con esa desigual y terrible distribución de las riquezas, donde se aplica la ley del embudo, y todo es para una minoría. 

Cierto que en nuestros barrios hay violencia, y que la mayor parte de los delincuentes, provienen de las barriadas marginadas, pero el agente impulsador es la miseria y la marginalidad. 

Es más, si se hace un censo en cualquier cárcel, se verá que la mayoría de los detenidos son jóvenes, menores de 30 años. 

Ello va enmarcando un sendero donde lo trilla la falta de oportunidades. Las pandillas, para el joven de barrio, es parte de su protección social, es tener el grupo en el cual es una persona. 

Para hablar del desarrollo de la juventud, se tiene  inmediatamente que ir al meollo de la crisis del país, de su mala distribución de riquezas, y en especial, de la falta de incentivos. 

Si no se amplían posprogramas educativos, con la creación de institutos de formación técnico vocacional, entonces seguiremos caminando por una senda cerrada. 

Asimsmo, se tienen que fortalecer los programas materno-.infantiles, porque el joven será un neo-nato, si su madre, joven de por si, lleva sobre sus hombros la carga de miseria y abandono social más espantoso.  El mayor apoyo que se puede dar a la juventud dominicana, es fortalecer la política de pleno empleo, mejorar la enseñanza, la cobertura sanitaria y los niveles de vida de toda la población.  La educación debe ser uno de los pilares básicos y fundamentales en el desarrollo de la juventud nacional.  Se debe dar un gran impulso a los programas de educación, par que los jóvenes encuentren una puerta abierta al desarrollo, y que haya una mejoría sustancial de sus niveles de vida.

La educación básica es necesaria para hacer frente al analfabetismo, debe ir unida a la formación técnica, que hace posible que una cantidad inmensa de esos jóvenes se pueda dedicar a la producción.  Sin educación no se puede pensar en el desarrollo de la juventud y del país, y al mismo tiempo, con una plena educación, se le estarán abriendo las puertas para su desarrollo integral.  Se deben fortalecer los programas materno-infantil, y de asistencia a la niñez, porque no habrá una juventud fuerte, vigorosa, saludable y con deseos de progreso, sino hay un programa sanitario integrado desde los primeros años de vida.  Hay que  integrar los programas de educación de adulto, para ir ofreciendo asistencia a los jóvenes que se dedican al trabajo, pero pueden continuar sus estudios en horas de la noche, o por los modernos medios virtuales.  Si se mejoran los niveles de trabajo, de educación y de visión general del joven de hoy, se le estará rescatando de la violencia, del pandillerismo, de las luchas estériles en las calles, de la cárcel o de la muerte.

Para mejorar las condiciones de vida de la juventud, lo primero es reconformar las riquezas, y la seguridad social.

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