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Manuel Hernández Villeta

economica

Informe económico del Banco Central de la República Dominicana

Inflación registra caída sin precedente: baja 3.28% en noviembre
La inflación acumulada no superará el 6% en 2008


El Banco Central de la República Dominicana informó que el Indice de Precios al Consumidor (IPC) durante el mes de noviembre del 2008 tuvo una variación negativa de -3.28% respecto al mes de octubre, lo que representa un hecho sin precedente, pues ha sido la mayor caída mensual registrada por este indicador. Con ello, la inflación acumulada enero-noviembre se sitúa en 6.01 por ciento.

El documento de la dependencia oficial establece que la inflación anualizada, medida de noviembre 2007 a noviembre 2008, se redujo significativamente, situándose en 7.21%, indicando que la inflación al cierre de 2008 no superaría el 6%. Este resultado sería inferior al registrado en 2007 cuando fue 8.88%, lo cual, en medio de este desfavorable entorno externo, resulta un gran logro para el país.

En una nota enviada a los medios de comunicación, la entidad bancaria explica que a pesar de que la inflación acumulada a septiembre de este año alcanzó dos dígitos (10.76%), la drástica reducción en los precios internacionales del petróleo produjo una disminución en los combustibles y en el transporte a nivel interno, que ha permitido que en octubre y noviembre los precios internos registraran tasas de crecimiento negativas de -1.05% y -3.28%, respectivamente.

“Esto quiere decir que en sólo dos meses la inflación ha caído 4.33%, reflejando una desaceleración significativa en la inflación acumulada”, detalla el documento.

El Banco Central asegura que estos resultados, de enero a noviembre, indican que se cumpliría con holgura la meta del Programa Monetario establecida a principios del año 2008. Esto podría calificarse, sin lugar a dudas, desde el punto de vista monetario, como un logro extraordinario, inducido no sólo por las medidas que fueron adoptadas para disminuir la demanda interna, sino principalmente por la caída de los precios del petróleo y los productos alimenticios que conforman la canasta familiar.


Variación por Grupos

El estudio del Banco Central revela que el grupo Transporte fue el responsable del 90.1% de la variación del IPC general del mes de noviembre, al descender en -11.76%. Este comportamiento obedece a la disminución registrada durante el mes de noviembre de RD$34.87 en los precios internos de la gasolina premium, y de RD$34.41 en la regular, lo que en términos relativos significa una caída de -19.82% y -21.20%, respectivamente. Esto incidió para que los servicios de transporte terrestre descendieran -5.73%, por las reducciones ocurridas en las tarifas de carro público (-6.36%), motocicleta (-7.30%), y autobús interurbano (-3.81%).

Señala que el Índice de Precios del grupo Alimentos, Bebidas y Tabaco descendió -0.92%, como resultado de la caída del componente Alimentos en -1.16%, por las reducciones en los precios de rubros de alta ponderación como: yuca (-15.54%), ajíes (-21.40%), plátano verde (-8.76%), pan de agua (-3.71%), aceite de soya (-2.35%), guandules verdes (-5.08%), batata (-15.15%), berenjena (-11.82%), guineo verde (-5.48%) y tomates (-3.46%).

Estas reducciones atenuaron las alzas de precios experimentadas en algunos bienes alimenticios, como pollo fresco (1.25%), cebollas rojas (18.38%), aguacates (19.26%), huevos (1.93%), repollos (8.27%), papas (4.74%), cerveza (0.96%) y malta (2.58%).

Indice de bienes y servicios transables y no transables.

Con relación a los bienes transables, aquellos que pueden exportarse e importarse libres de restricciones, el documento del Banco Central afirma que disminuyeron –5.57%, por la incidencia de las caídas registradas en los precios de las gasolinas, yuca, ajíes, plátano verde, aceite de soya, entre otros.

El índice de los bienes y servicios no transables, los que por su naturaleza sólo pueden comercializarse dentro de la economía que los produce, o están sujetos a medidas que restringen el libre comercio internacional, descendió -1.02%, por las reducciones en los servicios de transporte terrestre y panes.

Indice por quintiles.

El análisis de los precios por estratos socioeconómicos muestra que todos los segmentos de la población resultaron favorecidos por las reducciones en los precios de los combustibles y de algunos bienes alimenticios, incidiendo en mayor proporción las significativas bajas de los precios de las gasolinas en los quintiles de mayores gastos, donde poseen un peso relativo más elevado, lo que explica que los quintiles 4 y 5 experimentaran las menores tasas de crecimiento.

Manifestante por la crisis
La crisis global  se sentirá en el Cono Sur de América Latina

 

A pesar de que a los países del Cono Sur se les atribuía una relativa inmunidad frente a la virulencia de la crisis financiera internacional, varios de ellos ya han mostrado síntomas de la "epidemia global".

Si algunos creían que esta región se iba a contagiar menos que otras por la menor ingerencia de sus bolsas en la economía real, su disminuido acceso a los mercados mundiales de capitales o hasta su mayor experiencia en colapsos de variado tipo, ahora la realidad parece contradecirlos.

Todo parece confluir en la desaceleración del crecimiento
Aldo Abram, de la consultora Exante
"Todo parece confluir en la desaceleración del crecimiento", le explicó a BBC Mundo el analista Aldo Abram, director general de la consultora Exante, con sede en Buenos Aires.

Y recordó que el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo a un 3% su pronóstico de expansión económica para América Latina y el Caribe en 2009.

Los padecimientos del Cono Sur pueden resumirse así, según Denisard de Oliveira Alves, profesor de finanzas de la Universidad de Sao Paulo: "Reducción de las inversiones internas y externas, acompañada de fuga de capitales, y caída en la demanda de exportaciones".

"Las monedas locales tienden a devaluarse, lo que genera una presión inflacionaria, se contrae el consumo interno y hay menos -o nada- de crédito", añadió a BBC Mundo el investigador brasileño.

Los economistas consultados precisaron que, en el sector privado, muchas compañías han reducido su nivel de actividad o congelado sus planes de expansión, lo que ha puesto un freno a la creación de empleos.

Mientras que, en el ámbito público, los gobiernos han comenzado a preocuparse por contar con suficientes fondos para mantenerse en pie.

Brasil: fuga y devaluación

Manifestación en Brasil, con cartél que dice:
En Brasil, tanto la moneda como la industria, la inversión y el bolsillo de la gente se han visto afectados.
Oliveira Alves y Abram coincidieron en que el contagio de la crisis financiera internacional se ha observado claramente en Brasil y Argentina, que son la primera y la tercera economía de América Latina, respectivamente, y los principales socios del Mercado Común del Sur (Mercosur).

Aunque aclararon que otras naciones del Cono Sur como Chile, Paraguay y Uruguay también han presentado síntomas de la "infección" generalizada.

Brasil ha resultado muy golpeado por varias razones. Oliveira Alves explicó que, desde que estalló la crisis global, la moneda local -el real- se ha devaluado un 45%.

"Como esto ha producido pérdidas en el capital de las empresas y los inversores, se ha registrado una fuga de capitales hacia el exterior de unos US$5.000 millones. Es mucho", evaluó el economista.

Tal vez ello explique, en parte, que los activos en las bolsas de toda América Latina se hayan reducido de US$58.000 millones en mayo a US$20.500 millones en la actualidad, según la consultora EPFR Global, con sede en Estados Unidos.

Dinero en mano

"El brasileño común tampoco se ha quedado de brazos cruzados y ha intentado proteger su dinero retirándolo de los bancos o cambiándolo por dólares para ahorrarlo en casa o sacarlo al exterior. Ante estos resguardos, el consumo se ha contraído un 4% respecto del año pasado", agregó Oliveira Alves.

Presidente de Paraguay, Fernando Lugo, y de Bolivia, Evo Morales.
Mientras que Paraguay es vulnerable a la crisis, a Bolivia no la afectará mucho.
Un menor flujo de dinero en el sistema bancario ha llevado a dos de las entidades más grandes del país, Itaú y Unibanco, a anunciar su fusión a principios de noviembre en un esfuerzo por tener más solvencia frente la crisis mundial. Conformaron así el mayor grupo financiero de América Latina.

Con todo, los créditos se han vuelto más caros y difíciles de obtener para los brasileños.

En el plano externo, las exportaciones de Brasil se han vuelto más baratas por la depreciación del real.

"Uno podría pensar que esto facilita las ventas, pero no es así porque la demanda ha disminuido en todos los mercados. Además, los ingresos que se obtienen son menores por la fuerte caída en los precios internacionales de las materias primas", aclaró Oliveira Alves.

Brasil es el primer exportador de carne y el segundo de soja del mundo.

"Curiosidad" argentina

El caso de Argentina es tal vez el más llamativo de todos. Hay acuerdo en que el contagio de la crisis financiera global parecía controlado hasta que la presidenta Cristina Fernández anunció su polémico plan de estatizar los fondos privados de pensiones.

"El país estaba en una situación de fortaleza relativa, que se basaba en la solvencia fiscal del gobierno y en la política monetaria del Banco Central, consistente en vender dólares de sus reservas para evitar la devaluación del peso frente a la creciente demanda de la moneda estadounidense", explicó Abram.

Manifestante en Buenos Aires
El problema es que con el proyecto de traspasar las jubilaciones privadas al Estado surgió una enorme duda respecto del derecho de propiedad en Argentina.

Y frente al aumento del riesgo, los inversores internos y externos protagonizaron una fuga de capitales


Aldo Abram, de la consultora Exante
"El problema es que con el proyecto de traspasar las jubilaciones privadas al Estado surgió una enorme duda respecto del derecho de propiedad en Argentina. Y frente al aumento del riesgo, los inversores internos y externos protagonizaron una fuga de capitales".

Según cifras oficiales, tan sólo en octubre salieron de Argentina US$4.500 millones, el doble que el mes anterior.

Al igual que en Brasil, los consumidores han retirado dinero de los bancos y se han refugiado en el dólar, pero el caso argentino tiene una particularidad: el fantasma del denominado "corralito" (el congelamiento de los depósitos decretado hace siete años que pocos olvidan) que despertó la estatización de las pensiones.

A pesar de las frecuentes intervenciones del Banco Central, la moneda estadounidense es hoy más cara que hace un mes.

Menos empleo

Asimismo, una menor demanda interna ha desacelerado la producción y ha afectado el nivel de empleo en Argentina.

Cartel anunciando precio del dólar.
Las monedas se tienden a devaluar.
Uno de los sectores más golpeados ha sido el automotriz, justamente el rubro que en los últimos años impulsó el vigoroso crecimiento industrial del país.

Según fuentes sindicales, unos 10.000 obreros han sido suspendidos o despedidos desde el inicio de la crisis financiera internacional, situación que las compañías atribuyen a una disminución de las ventas.

Por su parte, numerosas empresas de servicios han aplazado la contratación de nuevo personal.

En cuanto a las exportaciones, Argentina -tercer productor de soja del mundo- enfrenta el mismo escenario que Brasil: una baja en la demanda y en los precios internacionales de los commodities (materias primas).

Entre tanto, el gobierno de Fernández evalúa cómo hacer frente a importantes vencimientos de la deuda pública en 2009. "Si el país ya tenía cerrado el acceso al crédito externo, hoy lo tiene más que nunca por la coyuntura global", precisó Abram.

Los otros países

El diagnóstico general de merma de inversiones, salida de capitales y reducción de las exportaciones también vale para Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay, según explicó el economista Denisard de Oliveira Alves.

Aunque aclaró que deben tenerse en cuenta algunas singularidades.

Chile, el mayor productor de cobre del mundo, sufre por la baja en el valor internacional de ese metal, que venía registrando un incremento del 700% desde 2001.

No obstante, el gobierno de Michelle Bachelet cuenta con un fondo de estabilización de unos US$20.000 millones que fue recaudado cuando los precios del cobre eran altos y que hoy le sirve para evitar una fuerte desaceleración del crecimiento.

Para el analista Aldo Abram, Uruguay también tiene elementos para hacer frente a la crisis global porque en épocas de bonanza fomentó las inversiones en el sector agropecuario, el más eficiente y competitivo de su economía.

Mientras que Paraguay, al igual que Argentina, es particularmente vulnerable a la caída de la demanda de soja y del precio de esta oleaginosa.

Bolivia es, tal vez, la nación cuyas circunstancias más difieren de las del resto. "Está aislada del mundo porque tiene una situación política y social explosiva", puntualizó Abram. "Los niveles de inversión han sido bajos en los últimos años y por eso la desaceleración de la economía global le va afectar menos".

Un residente chino compra huevos en un mercado de Chengdu, provincia de Sichuan, el martes 28 de octubre del 2008. Las autoridades chinas dijeron el miércoles que han hallado más huevos contaminados Color China Photo / AP Fhoto  El candidato presidencial demócrata, el senador Barack Obama (derecha) da un abrazo a su compañero de fórmula, el candidato a la vicepresidencia y también senador Joe Biden en un acto de campaña el miércoles 29 de octubre del 2008 en Sunrise, Florida. Jae C. Hong / Foto AP

La crisis económica mundial sigue imparable

Los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) habrían entrado en recesión económica, una situación que se prolongará durante 2009.

Este es el principal mensaje lanzado por la OCDE, que revisó a la baja las perspectivas de crecimiento para sus países miembros y que augura una caída del 0,3% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2009.

La organización calcula que Estados Unidos tendrá una caída del PIB del 0,9% el año próximo; la zona euro, del 0,5% y Japón del 0,1%.

Para 2010, sin embargo, espera una recuperación que debería traducirse en un crecimiento económico del 1,5% para el conjunto de la OCDE, gracias en especial a una subida del 1,6% en EEUU, y, en menor medida, la del 1,2% de la eurozona. El PIB japonés no aumentaría más que el 0,6%, según la organización.

Los países de todo el mundo, especialmente los más desarrollados, se han visto golpeadas duramente por el agravamiento de la crisis financiera el pasado mes de septiembre, que ha terminado por trasladarse a la economía real.

Muchos de estos países, como EEUU, Reino Unido o España, se encuentran ya al borde de la recesión -dos trimestres consecutivos de descenso del Producto Interior Bruto

VFW Post 2475 past Commander Gene Slavin burns American flags on Tuesday afternoon Nov. 11, 2008 at the VFW Post 2475 in Glens Falls N.Y. Prior to burning the flags, VFW member held a ceremony to mark the tradition. AP  U.S. Army Sgt. Nathan Hunt, left, talks with Roosevelt High School students Steven Fox, 17, and Morgan Brookins, 16, right, as they enter Edward H. White Middle School in San Antonio on Tuesday, Nov. 11, 2008 for the school's 17th annual Ed White Middle School Veterans Day ceremony. Fox and Brookins are members of Roosevelt's San Juan Guard, and Hunt served in Afghanistan and Iraq and was awarded two Purple Hearts. AP

Sigue en picada un Wall Street desalentado

Una Wall Street desalentada descendió el miércoles por tercera sesión consecutiva después que los inversionistas recibieran otra serie de malas noticias económicas y el gobierno anunciara que no adquirirá activos bancarios problemáticos. El Dow Jones cayó 410 puntos y el resto de los principales índices perdieron más de 4%.

 

El gobierno decidió que utilizar en estos momentos miles de millones de dólares para adquirir bienes de solvencia dudosa en manos de las instituciones financieras "no es la forma más efectiva'' de utilizar el plan gubernamental de rescate de 700.000 millones de dólares, declaró Henry Paulson, secretario del Tesoro.

El funcionario dijo que el gobierno seguirá usando los fondos de rescate para comprar acciones de los bancos para que éstos puedan mejorar sus balances y reanudar los préstamos a sus clientes.

Las noticias desalentadoras de algunas de las cadenas minoristas más grandes del país fueron un factor que hizo que las acciones perdieran terreno antes que hablara Paulson. Los inversionistas temen que el gasto del consumidor será incapaz de resucitar a la economía y evitar que caiga en una recesión.

La cadena de tiendas por departamentos Macy's Inc. dijo que perdió 44 millones de dólares en el tercer trimestre luego que las ventas bajaron más de 7%. Entretanto, la cadena minorista de productos electrónicos Best Buy Co. redujo su pronóstico para el año fiscal 2009 por temor de que el gasto de los consumidores baje aún más.

Los reportes sombríos, que siguieron a las noticias desalentadoras de inicio de semana de los resultados de Starbucks Corp. y Toll Brothers Inc., permitieron que los inversionistas captaran de manera mucho más clara que las compañías en todos los sectores de la economía están sufriendo las secuelas de las crisis crediticia y de vivienda.

"Simplemente no parece haber a la vista un fin a las noticias malas'', comentó Anton Schutz, gerente de cartera del Burnham Financial Industries Fund y del Burnham Financial Services Fund. ‘‘La venta es implacable''.

Según cifras preliminares, el promedio industrial Dow Jones descendió 411,30 puntos, el 4,73%, a 8.282,66.

El índice Standard & Poor's 500 bajó 46,65 unidades, el 5,19%, a 852,30, y el índice compuesto Nasdaq descendió 81,69 puntos, el 5,17%, a 1.499,21.

El Russell 2000, el cual monitorea el comportamiento de las empresas más pequeñas que cotizan en la bolsa, cayó 29,49 unidades, el 6,11%, a 452,80.

Las emisoras en baja superaron abrumadoramente por 10 a 1 a las que registraron avance en la Bolsa de Valores de Nueva York, donde el volumen fue de 1.460 millones de acciones negociadas.

El rendimiento del bono de la Tesorería a 10 años bajó a 3,67%, de 3,76% de su cierre previo. Rendimientos más bajos indican una demanda más fuerte.

El crudo ligero con bajo contenido de azufre cayó el miércoles 3,50 dólares, casi 6%, para colocarse en 56,16 dólares por barril en la Bolsa Mercantil de Nueva York.

El dólar se cotizó mixto frente a otras divisas fuertes, mientras que los precios del oro bajaron.

En cuanto a otros importantes mercados bursátiles, en Japón el índice Nikkei cerró con pérdida de 1,29%, y en Hong Kong el indicador Hang Seng cayó 0,73%.

En Europa, el índice británico FTSE 100 bajó 1,52%, el alemán DAX descendió 2,96% y el índice francés CAC-40 cayó 3,07%.

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Desempleo en España, al llegar la crisis económica

Los altos índices de absentismo de la planta de Nissan en Barcelona y los elevados costes salariales, situados "por encima del mercado", son dos de los factores internos con que la compañía justifica la presentación del Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para despedir a 1.680 trabajadores.

La multinacional presentó el lunes ante el departamento de Trabajo de la Generalitat la memoria explicativa del ERE, en el que detalla las causas "organizativas y productivas" de este plan, "la única medida válida", advierte, para garantizar la continuidad de la actividad en la planta de Barcelona.

De no aplicar este drástico recorte de plantilla, señala la empresa, "la situación se irá agravando", con el "riesgo de "no continuidad de la actividad en 2012, como consecuencia de la finalización del ciclo de vida de los modelos" que se fabrican en estas instalaciones, y que son la furgoneta Primastar y los todoterrenos Navara y Pathfinder.

'Nula flexibilidad

En la memoria explicativa, Nissan expone los numerosos factores internos que le llevan a presentar este ERE, entre los que destacan la "nula flexibilidad" de la planta, ya que "no hay trabajadores temporales", los elevados índices de absentismo y unos costes salariales superiores al resto del sector.

Según explica, el absentismo de Nissan Motor Ibérica llegó a alcanzar en el primer trimestre de 2008 el 7,85%, uno de los más elevados en comparación con sus competidores, tanto internos como externos.

"Nissan presenta niveles de absentismo por encima de los habituales en una planta de producción", indica la compañía, que precisa que esta tasa es especialmente elevada en el caso de la mano de obra directa, que el pasado mes de agosto se situó en el 9,54%.

La multinacional alude también a los costes laborales por persona como una de las barreras que encuentra para ser competitiva.

En este sentido, afirma que es la compañía con mayores costes laborales por persona de entre todos los fabricantes instalados en el territorio nacional, alcanzando los 29.417 euros por trabajador en junio de 2008.

Le sigue Ford España, con 26.350 euros; Seat, con 25.141 euros; Renault, con 24.612, y General Motors, con 24.066.

"Se evidencia así el elevado coste existente para la compañía a la hora de mantener su actual plantilla. Esta circunstancia, puesta en relación con la caída de ventas y el cambio de preferencias de los consumidores, determina la pérdida de competitividad de Nissan a medio plazo", subraya la firma.

La acumulación de un 'stock' de automóviles "muy superior a las necesidades de la demanda" y la superación del punto álgido de la vida de los modelos fabricados en Barcelona son otros de los factores internos que han agravado la situación de Nissan.

A estas causas, además, hay que añadir las de índole macroeconómica, como el encarecimiento de las materias primas, la recesión o el cambio de preferencias de los consumidores, que han llevado a Nissan a presentar un ERE para despedir a 1.680 personas, la mayoría de ella antes de finales de 2008 (1.288) y el resto (392) en septiembre de 2009.

La "supervivencia" de las plantas de Barcelona, asegura Nissan, depende de la aplicación de esta medida.

Corredores analizan el precio de las acciones en la bolsa de valores de Francfort, Alemania, el 17 de octubre de 2008. Los mercados europeos abrieron con una modesta alza el martes, 21 de octubre. Daniel Roland / FOTO DE AP  Corredores analizan el precio de las acciones en la bolsa de valores de Francfort, Alemania, el 17 de octubre de 2008. Los mercados europeos abrieron con una modesta alza el martes, 21 de octubre. Daniel Roland / FOTO DE AP

La crisis financiera golpea a las empresas tecnológicas

SAN FRANCISCO | MADRID.- La crisis financiera golpea a las empresas tecnológicas. El portal de Internet Yahoo! anunció este martes que obtuvo en el tercer trimestre de este año un beneficio neto de 54,34 millones de dólares (unos 41 millones de euros), un 64% menos que en el mismo periodo del año anterior. La compañía ha decidido reducir su plantilla en un 10% en los próximos meses dentro de su plan para reducir costes.

Se trata del mayor ajuste de empleo de su historia, superando al ejecutado en 2001 cuando despidió a 660 trabajadores, tras la crisis de las punto.com. La compañía Yahoo! (-0.79 / -6.14%) informó que eliminará al menos 1.400 empleos en los próximos dos meses para superar las dificultades económicas.

Yahoo no aportó detalles de en qué países se producirán los despidos. La firma ya anunció un recorte de personal similar en febrero, aunque compensó en parte los despidos al contratar empleados en otras áreas.

"Hemos sido disciplinados al equilibrar las inversiones con el control de costes durante todo el año y ahora hemos establecido iniciativas para reducir costes y mejorar la productividad", dice Jerry Yang, fundador de la compañía 'recuperado' como presidente ejecutivo el año pasado, en un comunicado, en el que justifica que las "condiciones económicas y la publicidad on line se debilitaron en el tercer trimestre".

Según la nota, el objetivo de la compañía con estos recortes es ahorrar hasta 400 millones de dólares (unos 300 millones de euros) este año, de unos gastos previstos de 3.900 millones (unos 2.950 millones en euros).

De acuerdo con el San Francisco Chronicle, este no es más que el último intento de Yang de recuperar algo del viejo lustre de la pionera compañía.

En los últimos tiempos, Yahoo! ha tenido que enfrentarse a una mayor competencia en el mercado de la publicidad 'online'. Este año ha estado además marcado por las infructuosas negociaciones con Microsoft para la compra de Yahoo!, que finalmente rechazó la oferta del gigante informático.

Desde entonces, la compañía ha reorganizado su equipo directivo y ha anunciado nuevos productos para intentar impulsar el débil precio de sus acciones.

Apple sube, pero no cumple las expectativas

Los expertos esperaban con interés los resultados de Yahoo! y Apple, presentados este martes, para comprobar el efecto de la crisis en las cuentas de ambas firmas. Sin embargo, el grupo tecnológico Apple dijo que obtuvo entre julio y septiembre pasados, cuarto trimestre de su actual año contable, un beneficio neto de 1.140 millones de dólares, un 26% más que en el mismo periodo de 2007.

La empresa cumplió las expectativas de los analistas en beneficio por acción, que fue de 1,11 dólares, pero no en facturación, que en este periodo sumó 7.900 millones de dólares, un 27% más que un año antes, aunque los expertos esperaban que llegaría a 8.000 millones. Las acciones de Apple reaccionaron con subidas en los mercados electrónicos, pese a que el grupo no cumplió las expectativas de los analistas en ventas.

Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © New York Times Service, 2008. Traducción de News Clips.

John McCain llega en Miami con la esperanza de que la ciudad le ofrezca el cambio de escenografía adecuado para un republicano que favorece la inmigración y es un ferviente anticastrista, pero al que no le va muy bien en las encuestas. JOHN VANBEEKUM/The Miami Herald  JOHN VANBEEKUM/The Miami Herald

Un Premio Novel no salva al mundo

La historia del pensamiento económico en el siglo XX es algo parecida a la del cristianismo en el XVI. Hasta que John Maynard Keynes publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero en 1936, la ciencia económica -al menos en el mundo anglosajón- estaba completamente dominada por la ortodoxia del libre mercado. De vez en cuando surgían herejías, pero siempre se suprimían. La economía clásica, escribía Keynes en 1936, "conquistó Inglaterra tan completamente como la Santa Inquisición conquistó España". Y la economía clásica decía que la respuesta a casi todos los problemas era dejar que las fuerzas de la oferta y la demanda hicieran su trabajo.

Pero la economía clásica no ofrecía ni explicaciones ni soluciones para la Gran Depresión. Hacia mediados de la década de 1930, los retos a la ortodoxia ya no podían contenerse. Keynes desempeñó la función de Martín Lutero, al proporcionar el rigor intelectual necesario para hacer la herejía respetable. Aunque Keynes no era ni mucho menos de izquierdas -vino a salvar el capitalismo, no a enterrarlo-, su teoría afirmaba que no se podía esperar que los mercados libres proporcionaran pleno empleo, y estableció una nueva base para la intervención estatal a gran escala en la economía.

El keynesianismo constituyó una gran reforma del pensamiento económico. Inevitablemente, le siguió una contrarreforma. Diversos economistas desempeñaron un papel importante en la gran recuperación de la economía clásica entre los años 1950 y 2000, pero ninguno fue tan influyente como Milton Friedman. Si Keynes era Lutero, Friedman era Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas. Y al igual que los jesuitas, los seguidores de Friedman han actuado como una especie de disciplinado ejército de fieles y provocado una amplia, pero incompleta, retirada de la herejía keynesiana. A finales de siglo, la economía clásica había recuperado buena parte de su anterior hegemonía, aunque ni mucho menos toda, y a Friedman le corresponde buena parte del mérito.

No quiero llevar demasiado lejos la analogía religiosa. La teoría económica aspira al menos a ser ciencia, no teología; se ocupa de la tierra, no del cielo. La teoría keynesiana se impuso en un principio porque era mucho mejor que la ortodoxia clásica a la hora de dar sentido al mundo que nos rodea, y la crítica de Friedman a Keynes adquirió tanta influencia porque supo detectar los puntos débiles del keynesianismo. Y sólo a modo de aclaración: aunque este artículo sostiene que Friedman estaba equivocado en algunos aspectos, y a veces parecía poco sincero con sus lectores, le considero un gran economista y un gran hombre.

Milton Friedman desempeñó tres funciones en la vida intelectual del siglo XX. Estaba el Friedman economista de economistas, que escribía análisis técnicos, más o menos apolíticos, sobre el comportamiento de los consumidores y la inflación. Estaba el Friedman emprendedor político, que pasó décadas haciendo campaña en nombre de la política conocida como monetarismo y que acabó viendo cómo la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra adoptaban su doctrina a finales de la década de 1970, sólo para abandonarla por inviable unos años más tarde. Por último, estaba el Friedman ideólogo, el gran divulgador de la doctrina del libre mercado.

¿Desempeñó el mismo hombre todas estas funciones? Sí y no. Las tres estaban guiadas por la fe de Friedman en las verdades clásicas de la economía del libre mercado. Además, su eficacia como divulgador y propagandista descansaba en parte en su merecida fama de profundo economista teórico. Pero hay una diferencia importante entre el rigor de su obra como economista profesional y la lógica más laxa y a veces cuestionable de sus pronunciamientos como intelectual público. Mientras que la obra teórica de Friedman es universalmente admirada por los economistas profesionales, hay mucha más ambivalencia respecto a sus pronunciamientos políticos y en especial su trabajo divulgativo. Y debe decirse que hay serias dudas respecto a su honradez intelectual cuando se dirigía a la masa de ciudadanos.

Pero dejemos de lado por el momento el material cuestionable y hablemos de Friedman en cuanto teórico económico. Durante la mayor parte de los dos siglos pasados, el pensamiento económico estuvo dominado por el concepto del Homo economicus. El hipotético Hombre Económico sabe lo que quiere; sus preferencias pueden expresarse matemáticamente mediante una función de utilidad, y sus decisiones están guiadas por cálculos racionales acerca de cómo maximizar esa función: ya sean los consumidores al decidir entre cereales normales o cereales integrales para el desayuno, o los inversores que deciden entre acciones y bonos, se supone que esas decisiones se basan en comparaciones de la utilidad marginal, o del beneficio añadido que el comprador obtendría al adquirir una pequeña cantidad de las alternativas disponibles.

Es fácil burlarse de este cuento. Nadie, ni siquiera los economistas ganadores del Premio Nobel, toma las decisiones de ese modo. Pero la mayoría de los economistas, yo incluido, consideramos útil al Hombre Económico, quedando entendido que se trata de una representación idealizada de lo que realmente pensamos que ocurre. Las personas tienen preferencias, incluso si esas preferencias no pueden expresarse realmente mediante una función de utilidad precisa; por lo general toman decisiones sensatas, aunque no maximicen literalmente la utilidad. Uno podría preguntarse por qué no representar a las personas como realmente son. La respuesta es que la abstracción, la simplificación estratégica, es el único modo de que podamos imponer cierto orden intelectual en la complejidad de la vida económica. Y la suposición del comportamiento racional es una simplificación especialmente fructífera.

La cuestión, sin embargo, es hasta dónde se puede llevar. Keynes no atacó de lleno al Hombre Económico, pero a menudo recurría a teorías psicológicas verosímiles y no a un cuidadoso análisis de qué haría una persona que tomara decisiones racionales. Las decisiones empresariales estaban guiadas por impulsos viscerales (animal spirits); las decisiones de consumo, por una tendencia psicológica a gastar parte, pero no la totalidad, de un aumento de la renta; los acuerdos salariales, por un sentido de la equidad, y así sucesivamente.

¿Pero era realmente una buena idea reducir tanto la función del Hombre Económico? No, decía Friedman, que en un artículo de 1953 titulado The methodology of positive economics [La metodología de la economía positiva] sostenía que las teorías económicas no deberían juzgase por su realismo psicológico, sino por su capacidad para predecir el comportamiento. Y los dos mayores triunfos de Friedman como economista teórico procedieron de aplicar la hipótesis del comportamiento racional a cuestiones que otros economistas habían considerado fuera del alcance de dicha hipótesis.

En un libro de 1957 titulado Una teoría de la función del consumo -no exactamente un título que agradara a las masas, pero sí un tema importante-, Friedman sostenía que el mejor modo de entender el ahorro y el gasto no es, como había hecho Keynes, recurrir a una teorización psicológica laxa, sino, por el contrario, pensar que los individuos hacen planes racionales sobre cómo gastar su riqueza a lo largo de la vida. Ésta no era necesariamente una idea antikeynesiana; de hecho, el gran economista keynesiano Franco Modigliani planteó de manera simultánea e independiente el mismo argumento, incluso con más cuidado, al considerar el comportamiento racional, en colaboración con Albert Ando. Pero sí señalaba un retorno a los modos de pensar clásicos, y funcionaba. Los detalles son un poco técnicos, pero la "hipótesis de la renta permanente" planteada por Friedman y el "modelo del ciclo vital" de Ando y Modigliani resolvían varias paradojas aparentes sobre la relación entre renta y gasto, y todavía hoy siguen constituyendo las bases de cómo estudian los economistas el gasto y el ahorro.

El trabajo sobre el comportamiento de los consumidores habría forjado por sí solo la fama académica de Friedman. Sin embargo, obtuvo un triunfo al aplicar la teoría del Hombre Económico a la inflación. En 1958, el economista neozelandés A. W. Phillips señalaba que existía una correlación histórica entre el desempleo y la inflación, de modo que la inflación iba asociada a un bajo desempleo y viceversa. Durante un tiempo, los economistas trataron esta correlación como si fuera una relación fiable y estable. Esto provocó un debate serio sobre qué punto de la curva de Phillips debería escoger el Gobierno. ¿Debería Estados Unidos, por ejemplo, aceptar una tasa de inflación más alta para alcanzar una tasa de desempleo más baja?

En 1967, sin embargo, Friedman pronunciaba ante la Asociación Económica Estadounidense una conferencia presidencial en la que sostenía que la correlación entre inflación y desempleo, aun siendo visible en los datos, no representaba una verdadera compensación, al menos no a largo plazo. "Siempre hay", decía, "una compensación temporal entre inflación y desempleo; no hay una compensación permanente". En otras palabras, si los políticos intentaran mantener el desempleo bajo mediante una política de generar mayor inflación, sólo conseguirían un éxito temporal. Según Friedman, el desempleo acabaría por aumentar de nuevo, incluso con una inflación elevada. En otras palabras, la economía sufriría la situación que Paul Samuelson más tarde denominaría "estanflación".

¿Cómo llegó Friedman a esta conclusión? (Edmund S. Phelps, premio Nobel de Economía de este año, había llegado de manera simultánea e independiente al mismo resultado). Como en el caso de su trabajo sobre el comportamiento de los consumidores, Friedman aplicó la idea del comportamiento racional. Sostenía que después de un periodo de inflación sostenido, las personas introducirían las expectativas de inflación futura en sus decisiones, lo cual anularía cualquier efecto positivo de la inflación sobre el empleo. Por ejemplo, una de las razones por las que la inflación puede aumentar el empleo es que contratar a más trabajadores se vuelve más rentable cuando los precios suben más que los salarios. Pero en cuanto los trabajadores comprenden que el poder de adquisición de sus salarios se verá erosionado por la inflación, exigen por adelantado acuerdos de subida salarial más elevados, para que los salarios alcancen el mismo nivel que los precios. En consecuencia, cuando la inflación se mantiene durante un tiempo, ya no proporciona el mismo impulso al empleo que al principio. De hecho, se producirá un aumento del desempleo si la inflación no cumple las expectativas.

En el momento en que Friedman y Phelps propusieron sus ideas, Estados Unidos tenía poca experiencia con la inflación sostenida. De modo que ésta fue verdaderamente una predicción, en lugar de un intento de explicar el pasado. Sin embargo, en la década de 1970, la inflación persistente puso a prueba la hipótesis de Friedman-Phelps. Sin duda, la correlación histórica entre inflación y desempleo se rompió exactamente como Friedman y Phelps habían predicho: en la década de 1970, mientras la tasa de inflación superaba el 10%, la tasa de desempleo era tan elevada o más que en las décadas de 1950 y 1960, unos años de precios estables. Al fin la inflación se controló en la década de 1980, pero sólo después de un doloroso periodo de desempleo extremadamente elevado, el peor desde la Gran Depresión.

Al predecir el fenómeno de la estanflación, Friedman y Phelps alcanzaron uno de los grandes triunfos de la economía de posguerra. Este triunfo, más que ninguna otra cosa, confirmó a Milton Friedman en su categoría de grande entre los economistas, independientemente de lo que pudiera pensarse de sus demás funciones.

Una interesante anotación: aunque avanzó mucho en la aplicación del concepto de racionalidad individual a la macroeconomía, también sabía dónde parar. En la década de 1970, algunos economistas llevaron más lejos aún el análisis de Friedman, llegando a sostener que no hay una compensación útil entre inflación y desempleo ni siquiera a corto plazo, porque los ciudadanos anticiparán las acciones del Gobierno y aplicarán esa anticipación, así como la experiencia pasada, al establecimiento de precios y a las negociaciones salariales. Esta doctrina, conocida como las "expectativas racionales", se extendió por buena parte de la economía académica. Pero Friedman nunca la aceptó. Su sentido de la realidad le advertía de que esto era llevar demasiado lejos la idea del Homo economicus. Y así se demostró: la conferencia pronunciada por Friedman en 1967 ha superado la prueba del tiempo, mientras que las opiniones más extremas propuestas por los teóricos de las expectativas racionales en los años setenta y ochenta no la han superado.

"A Milton todo le recuerda la oferta monetaria. Bien, a mí todo me recuerda el sexo, pero no lo pongo por escrito", escribía en 1966 Robert Solow, del MIT. Durante décadas, la imagen pública y la fama de Milton Friedman se definieron en gran medida por sus pronunciamientos sobre la política monetaria y su creación de la doctrina conocida como monetarismo. Sorprende darse cuenta, por tanto, de que el monetarismo se considera en gran medida un fracaso, y que parte de lo dicho por Friedman sobre el dinero y la política monetaria -al contrario que lo que dijo acerca del consumo y la inflación- parece haber sido engañoso, y quizá de manera deliberada.

Para comprender de qué trataba el monetarismo, lo primero que hay que saber es que la palabra dinero no significa exactamente lo mismo en economía que en el lenguaje común. Cuando los economistas hablan de oferta monetaria

[en inglés, money supply, oferta de dinero] no se refieren a riqueza en el sentido habitual. Sólo se refieren a esas formas de riqueza que pueden usarse de manera más o menos directa para comprar cosas. La moneda -trozos de papel con retratos de presidentes muertos- es dinero, y también los depósitos bancarios contra los que se pueden extender cheques. Pero las acciones, los bonos y los bienes raíces no son dinero, porque hay que convertirlos en efectivo o en depósitos bancarios antes de poder usarlos para hacer compras.

Si la oferta monetaria constara sólo de moneda, estaría bajo el control directo del Gobierno, o más precisamente, de la Reserva Federal, un organismo monetario que, como sus homólogos los bancos centrales de muchos otros países, está institucionalmente un poco separado del Gobierno propiamente dicho. El hecho de que la oferta de dinero incluya también los depósitos bancarios complica un poco la realidad. El banco central sólo tiene control directo sobre la base monetaria -la suma de moneda en circulación, la moneda que los bancos tienen en sus cámaras acorazadas y los depósitos que los bancos guardan en la Reserva Federal-, pero no sobre los depósitos que los ciudadanos tienen en los bancos. En circunstancias normales, sin embargo, el control directo de la Reserva Federal sobre la base monetaria basta para darle también un control efectivo sobre la oferta monetaria total.

Antes de Keynes, los economistas consideraban la oferta monetaria una herramienta primordial de la gestión económica. Pero él sostenía que en condiciones de depresión, cuando los tipos de interés son muy bajos, los cambios en la oferta monetaria tienen pocas consecuencias sobre la economía. La lógica era la siguiente: cuando los tipos de interés son del 4% o del 5%, nadie quiere que su dinero quede ocioso. Pero en una situación como la de 1935, cuando el tipo de interés de las letras del Tesoro a tres meses era sólo del 0,14%, hay muy poco incentivo para asumir el riesgo de poner el dinero a trabajar. El banco central podría tratar de estimular la economía acuñando grandes cantidades de moneda adicional; pero si el tipo de interés es ya muy bajo, es probable que el efectivo adicional languidezca en las cámaras acorazadas de los bancos o debajo de los colchones. En consecuencia, Keynes sostenía que la política monetaria, un cambio en la oferta de dinero circulante para gestionar la economía, sería ineficaz. Y por eso, él y sus seguidores creían que hacía falta una política presupuestaria -en especial un aumento del gasto público- para sacar a los países de la Gran Depresión.

¿Por qué es esto importante? La política monetaria es una forma de intervención pública en la economía altamente tecnocrática y en gran medida apolítica. Si la Reserva Federal decide aumentar la oferta monetaria, todo lo que hace es comprar unos cuantos bonos del Tesoro a bancos privados, y pagar los bonos mediante anotaciones en las cuentas de reserva de esos bancos: en realidad, todo lo que la Reserva Federal tiene que hacer es acuñar un poco más de base monetaria. En cambio, la política presupuestaria supone una participación mucho más profunda del sector público en la economía, a menudo de un modo cargado de ideología: si los políticos deciden usar las obras públicas para promover el empleo, tienen que decidir qué construir y dónde. Por tanto, los economistas con una inclinación al libre mercado tienden a querer creer que la política monetaria es todo lo que hace falta; los que desean un sector público más activo tienden a creer que la política presupuestaria es esencial.

El pensamiento económico tras el triunfo de la revolución keynesiana -como se refleja, por ejemplo, en las primeras ediciones del libro de texto clásico de Paul Samuelson- daba prioridad a la política presupuestaria, mientras que la política monetaria quedaba relegada a los márgenes. Como Friedman decía en la conferencia pronunciada en 1967 ante la Asociación Económica Estadounidense:

"La amplia aceptación de las opiniones entre los profesionales de la economía ha hecho que durante dos décadas, prácticamente todos menos unos cuantos reaccionarios pensaran que los nuevos conocimientos económicos habían vuelto obsoleta la política monetaria. El dinero no importaba".

Aunque esto tal vez fuese una exageración, la política monetaria no estuvo muy bien considerada en las décadas de 1940 y 1950. Friedman, sin embargo, hizo una cruzada a favor de la propuesta de que el dinero también importaba, la cual culminó con la publicación en 1963 de A monetary history of the United States, 1867-1960, en colaboración con Anna Schwartz

Aunque A monetary history of the United States es una gran obra de extraordinaria erudición, que abarca un siglo de desarrollos monetarios, su análisis más influyente y controvertido fue el relativo a la Gran Depresión. Friedman y Schwartz afirmaban que habían refutado el pesimismo de Keynes acerca de la eficacia de la política monetaria en condiciones de depresión. "La contracción" de la economía, declaraban, "es de hecho un trágico testimonio de la importancia de las fuerzas monetarias".

¿Pero qué querían decir con eso? Desde el principio, la posición de Friedman y Schwartz parecía un poco escurridiza. Y con el tiempo, la presentación que Friedman hacía de la historia se hizo más grosera, no más sutil, y acabó pareciendo -no hay otra forma de decirlo- intelectualmente corrupta.

Al interpretar los orígenes de la Gran Depresión es crucial distinguir entre la base monetaria (dinero más reservas bancarias), que la Reserva Federal controla directamente, y la oferta monetaria (dinero más depósitos bancarios). La base monetaria aumentó durante los primeros años de la Gran Depresión, subiendo de una media de 6.050 millones de dólares en 1929 a una media de 7.020 millones en 1933. Pero la oferta monetaria cayó drásticamente, de 26.600 millones a 19.900 millones de dólares. Esta divergencia reflejaba principalmente las consecuencias de la oleada de quiebras bancarias de 1930-1931: a medida que los ciudadanos perdían la fe en los bancos, empezaron a guardar su riqueza en efectivo y no en depósitos bancarios, y los bancos que sobrevivieron empezaron a tener grandes cantidades de efectivo a mano en lugar de prestarlo, para evitar el peligro de un pánico bancario. La consecuencia fue que se hacían muchos menos préstamos y, por tanto, muchos menos gastos de los que habría habido si los ciudadanos hubieran seguido depositando el efectivo en los bancos, y los bancos hubieran seguido prestando los depósitos a las empresas. Y dado que el desplome del gasto fue la causa próxima de la depresión, el deseo repentino tanto por parte de los individuos como de los bancos de poseer más efectivo empeoró sin duda la recesión.

Friedman y Schwartz sostenían que la caída de la oferta monetaria había convertido lo que podría haber sido una recesión ordinaria en una depresión catastrófica, un argumento de por sí discutible. Pero incluso poniendo por caso que lo aceptemos, cabe preguntar si puede decirse que la Reserva Federal, que al fin y al cabo aumentó la base monetaria, provocó la caída de la oferta monetaria total. Al menos inicialmente, Friedman y Schwartz no dijeron eso. Lo que dijeron, por el contrario, fue que la Reserva Federal pudo haber prevenido la caída de la oferta monetaria, en especial acudiendo al rescate de los bancos en quiebra durante la crisis de 1930-1931. Si la Reserva Federal se hubiera apresurado a prestar dinero a los bancos en apuros, la oleada de quiebras bancarias podría haberse evitado, y eso a su vez podría haber evitado la decisión de los ciudadanos de guardar el dinero en efectivo en lugar de depositarlo en los bancos, y la preferencia de los bancos supervivientes por acumular los depósitos en sus cámaras acorazadas en lugar de prestar esos fondos. Y esto, a su vez, podría haber evitado lo peor de la depresión.

A este respecto, tal vez sea útil una analogía. Supongamos que se desata una epidemia de gripe, y que análisis posteriores indican que una acción adecuada de los centros de control de enfermedades podrían haber contenido la epidemia. Sería justo culpar a las autoridades públicas de no tomar las medidas adecuadas. Pero sería un exceso decir que el Estado causó la epidemia, o usar el fallo de esos centros para demostrar la superioridad de los mercados libres sobre el sector público.

Pero muchos economistas, y todavía más lectores legos en la materia, han interpretado que la explicación de Friedman y Schwartz significa que de hecho la Reserva Federal causó la Gran Depresión; que la depresión es en cierto sentido una demostración de los males de un Estado excesivamente intervencionista. Y en años posteriores, como he dicho, las afirmaciones de Friedman se volvieron más imprecisas, como si quisiera alimentar esta percepción errónea. En su alocución presidencial de 1967 declaraba que "las autoridades monetarias estadounidenses siguieron políticas altamente deflacionarias", y que la oferta monetaria cayó "porque el Sistema de la Reserva Federal forzó o permitió una reducción aguda de la base monetaria, al no ejercer las responsabilidades que tenía asignadas", una afirmación extraña dado que, como hemos visto, la base monetaria aumentó de hecho mientras la oferta monetaria caía. (Friedman tal vez se refiriese a dos episodios en los que la base monetaria cayó moderadamente por breves periodos, pero aun así su declaración es, como mínimo, muy engañosa).

En 1976, Friedman les decía a los lectores de Newsweek que "la verdad elemental es que la Gran Depresión se produjo por una mala gestión pública", una declaración que seguramente sus lectores interpretaron como que la depresión no se habría producido si el Estado se hubiera mantenido al margen, cuando de hecho lo que Friedman y Schwartz afirmaban era que el sector público debería haberse mostrado más activo, no menos.

¿Por qué los debates históricos sobre la función de la política monetaria en la década de 1930 importaban tanto en la de 1960? En parte porque encajaban en el programa más amplio de Friedman en contra del sector público, del que hablaremos más adelante. Pero la aplicación más directa era su defensa del monetarismo. De acuerdo con esta doctrina, la Reserva Federal debía mantener el crecimiento de la oferta monetaria en una tasa baja y constante, por ejemplo, el 3% anual, y no desviarse de ese objetivo, con independencia de lo que ocurriese en la economía. La idea era poner la política monetaria en piloto automático, eliminando cualquier poder por parte de las autoridades públicas.

El razonamiento de Friedman a favor del monetarismo era en parte económico y en parte político. Sostenía que el crecimiento constante de la oferta monetaria mantendría una economía razonablemente estable. Nunca pretendió que siguiendo esta norma se eliminarían todas las recesiones, pero sí afirmaba que las variaciones en la curva de crecimiento de la economía serían suficientemente pequeñas como para ser tolerables, de ahí la afirmación de que la Gran Depresión no habría ocurrido si la Reserva Federal hubiera seguido una norma monetarista. Y junto a esta fe con reservas en la estabilidad de la economía con un régimen monetario se daba su desprecio sin reservas hacia la capacidad de los directivos de la Reserva Federal para hacerlo mejor si se les daba poder para ello. La demostración de la falta de fiabilidad de la Reserva Federal estaba en el inicio de la Gran Depresión, pero Friedman podía señalar otros muchos ejemplos de políticas que habían salido mal. "Un régimen monetario", escribía en 1972, "aislaría la política monetaria del poder arbitrario de un pequeño grupo de hombres no sujetos al control de los electores, y de las presiones a corto plazo de la política partidista".

El monetarismo fue una fuerza poderosa en el debate económico durante unas tres décadas a partir de que Friedman expusiera por primera vez su doctrina en Un programa de estabilidad monetaria y reforma bancaria, publicado en 1959. Hoy, sin embargo, es una sombra de lo que era, por dos razones principales.

En primer lugar, cuando Estados Unidos y Reino Unido intentaron poner en práctica el monetarismo a finales de los setenta, los resultados fueron decepcionantes: en ambos países, el crecimiento constante de la oferta monetaria no consiguió impedir recesiones graves. La Reserva Federal adoptó oficialmente objetivos monetarios al estilo Friedman en 1979, pero los abandonó de hecho en 1982, cuando la tasa de desempleo superó el 10%. Este abandono se hizo oficial en 1984, y desde entonces la Reserva Federal realiza precisamente el tipo de afinación discrecional que Friedman condenaba. Por ejemplo, en 2001 respondía a la recesión reduciendo los tipos de interés y permitiendo que la oferta monetaria creciese a ritmos que en ocasiones superaban el 10% anual. Cuando se convenció de que la recuperación era sólida, la Reserva Federal cambió el rumbo, subiendo los tipos de interés y permitiendo que el crecimiento de la reserva monetaria cayese a cero.

En segundo lugar, desde comienzos de la década de 1980, la Reserva Federal y sus homólogos de otros países han realizado un trabajo razonablemente bueno, debilitando la imagen que Friedman daba de los banqueros centrales, a los que consideraba chapuceros irredimibles. La inflación se mantiene baja, las recesiones -excepto en Japón, país del que hablaremos enseguida- han sido relativamente breves y leves. Y todo esto ha ocurrido a pesar de las fluctuaciones de la oferta monetaria, que horrorizaban a los monetaristas y que los llevaron -incluso a Friedman- a predecir desastres que no llegaron a materializarse. Como señalaba David Warsh, de The Boston Globe, en 1992, "Friedman despuntó su lanza prediciendo la inflación en la década de 1980, durante la que se equivocó profunda y frecuentemente".

En 2004, el Informe Económico del Presidente, escrito por los muy conservadores economistas del Gobierno de Bush, podía no obstante hacer la altamente antimonetarista declaración de que "una política monetaria audaz", no estable ni constante, sino audaz, "puede reducir la profundidad de una recesión".

Ahora, unas palabras sobre Japón. Durante la década de 1990, Japón experimentó una especie de reproducción a pequeña escala de la Gran Depresión. La tasa de desempleo nunca llegó a los niveles de la Depresión, gracias a un enorme gasto en obras públicas que hizo que cada año Japón, con menos de la mitad de población, vertiese más cemento que Estados Unidos. Pero las condiciones de tipos de interés muy bajos que se dieron en la Gran Depresión reaparecieron con fuerza. Hacia 1998, el tipo del dinero a la vista, los tipos de los préstamos a un día entre bancos, era literalmente cero.

Y en esas condiciones, la política monetaria resultó tan ineficaz como Keynes había afirmado que lo fue en los años treinta. El Banco de Japón, el equivalente japonés a la Reserva Federal, podía aumentar la base monetaria, y lo hizo. Pero los yenes añadidos se guardaban, no se gastaban. Los únicos bienes de consumo duradero que se vendían bien, me dijeron por aquel entonces algunos economistas japoneses, eran las cajas fuertes. De hecho, el Banco de Japón se vio incapaz siquiera de aumentar la oferta monetaria tanto como deseaba. Puso en circulación enormes cantidades de efectivo, pero las medidas más generales de oferta monetaria crecieron muy poco. Por fin, hace dos años, iniciaba una recuperación económica, impulsada por una recuperación de la inversión empresarial para aprovechar las nuevas oportunidades tecnológicas. Pero la política monetaria nunca consiguió arrancar.

En efecto, Japón en los años noventa brindó una nueva oportunidad para poner a prueba las opiniones de Friedman y Keynes respecto a la eficacia de la política monetaria en condiciones de depresión. Y claramente los resultados respaldaban el pesimismo de Keynes y no el optimismo de Friedman.

En 1946, Milton Friedman debutó como divulgador de la economía del libre mercado con un panfleto titulado Roofs or Ceilings: The Current Housing Problema

[Tejados o techos: el actual problema de la vivienda], escrito en colaboración con George J. Stigler, que más tarde se uniría a él en la Universidad de Chicago. El panfleto, un ataque contra el control de los alquileres, que todavía era universal inmediatamente después de la II Guerra Mundial, se publicó en circunstancias bastante extrañas: era una publicación de la Fundación para la Educación Económica, organización que, como Rick Perlstein escribe en Before the Storm (2001), su libro sobre los orígenes del movimiento conservador actual, "difundía un evangelio libertario tan drástico que rondaba el anarquismo". Robert Welch, fundador de la John Birch Society, era miembro de su consejo directivo. Esta primera aventura en la popularización del libre mercado anticipaba de dos maneras el curso de la evolución de Friedman como intelectual público a lo largo de las seis décadas siguientes.

En primer lugar, el panfleto demostraba la especial voluntad de Friedman de llevar las ideas del libre mercado hasta sus límites lógicos. Ni la idea de que los mercados son medios eficientes de asignar bienes escasos ni la propuesta de que los controles de precios crean escaseces e ineficacias eran nuevas. Pero muchos economistas, temiendo la reacción negativa contra una subida repentina de los alquileres (que Friedman y Stigler predecían que sería del 30% para el país en su conjunto), podrían haber propuesto una especie de transición gradual a la liberalización. Friedman y Stigler quitaban hierro a esas preocupaciones.

En décadas posteriores, esta tozudez se convertiría en uno de los sellos característicos de Friedman. Una y otra vez pedía soluciones de mercado a problemas -educación, atención sanitaria, tráfico de drogas ilegales- que en opinión de casi todos los demás exigían una intervención estatal extensa. Algunas de sus ideas han sido objeto de aceptación generalizada, como sustituir las normas rígidas sobre contaminación por un sistema de permisos de contaminación que las empresas pueden comprar y vender. Otras, como los cheques escolares, tienen un amplio respaldo en el movimiento conservador, pero no han avanzado mucho políticamente. Y algunas de sus propuestas, como eliminar los procedimientos de concesión de licencia para los médicos y abolir la Administración de Alimentos y Medicamentos, las consideran estrambóticas incluso la mayoría de los conservadores.

En segundo lugar, el panfleto demostraba lo bueno que Friedman era como divulgador. Está escrito de manera elegante y sagaz. No hay jerga; los argumentos se presentan con ejemplos del mundo real inteligentemente escogidos, desde la rápida recuperación de San Francisco tras el terremoto de 1906 hasta los problemas de un ex combatiente en 1946, recién licenciado del ejército, para encontrar un lugar decente donde vivir. El mismo estilo, mejorado por la imagen, marcaría la celebrada serie televisiva de Friedman en la década de 1980 Free to choose

[Libre para elegir].

Hay muchas probabilidades de que la gran oscilación hacia las políticas liberales que se produjeron en todo el mundo a comienzos de la década de 1970 se hubiera dado aunque Milton Friedman no hubiese existido. Pero su incansable y brillantemente eficaz campaña a favor de los libres mercados seguramente ayudó a acelerar el proceso, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Desde cualquier punto de vista -proteccionismo frente a libre comercio; reglamentación frente a liberalización; salarios establecidos mediante convenio colectivo y salarios mínimos obligatorios frente a salarios establecidos por el mercado-, el mundo ha avanzado en la misma dirección que Friedman. E incluso más llamativa que su logro en lo referente a los cambios de la política real ha sido la transformación de la opinión general: la mayoría de las personas influyentes se han convertido hasta tal punto al modo de pensar de Friedman que simplemente se da por sentado que el cambio de políticas económicas promovido por él ha sido una fuerza positiva. ¿Pero lo ha sido?

Consideremos en primer lugar los resultados macroeconómicos de la economía estadounidense. Tenemos datos de la renta real -es decir, teniendo en cuenta la inflación- de las familias estadounidenses entre 1947 y 2005. Durante la primera mitad de ese periodo de 55 años, desde 1947 hasta 1976, Milton Friedman era una voz que predicaba en el desierto, cuyas ideas no eran tenidas en cuenta por los políticos. Pero la economía, a pesar de todas las ineficacias que él denunciaba, mejoró enormemente el nivel de vida de la mayoría de los estadounidenses: la renta media real se duplicó con creces. Por contraste, en el periodo transcurrido desde 1976, las ideas de Friedman se han ido aceptando cada vez más; aunque siguió habiendo intervención pública de sobra para que él pudiera quejarse, no cabe duda de que las políticas de libre mercado se generalizaron mucho más. Pero el aumento del nivel de vida ha sido mucho menos fuerte que durante el periodo anterior: en 2005, la renta media real sólo era un 23% superior a la de 1976.

Parte de la razón de que a la segunda generación de posguerra no le fuese tan bien como a la primera era la tasa total de crecimiento económico más lenta, un hecho que tal vez sorprenda a quienes suponen que la tendencia hacia el libre mercado ha aportado mayores dividendos económicos. Pero otra razón importante del retraso en el nivel de vida de la mayoría de las familias es un incremento espectacular de la desigualdad económica: durante la primera generación de posguerra, el aumento de la renta se extendió ampliamente a toda la población, pero desde finales de la década de 1970, la mediana de la renta, la renta de la familia típica, sólo ha subido la tercera parte de la renta media, que incluye la gran subida experimentada por las rentas de la pequeña minoría situada en lo más alto de la pirámide.

Esto plantea una cuestión interesante. Milton Friedman solía asegurar a su público que no hacía falta ninguna institución especial, como el salario mínimo y los sindicatos, para garantizar que los trabajadores compartiesen los beneficios del crecimiento económico. En 1976 les decía a los lectores de Newsweek que los cuentos de los perjuicios causados por los barones ladrones eran puro mito:

"Probablemente no haya habido ningún otro periodo en la historia, en este o en cualquier otro país, en el que el hombre de a pie haya experimentado una mejora tan grande de su nivel de vida como en el periodo transcurrido entre la guerra civil y la I Guerra Mundial, cuando más fuerte era el individualismo desenfrenado".

(¿Y qué hay del extraordinario periodo de 30 años posterior a la II Guerra Mundial, que abarcó buena parte de la trayectoria profesional del propio Friedman?). Sin embargo, en las décadas que siguieron a ese pronunciamiento, mientras se permitía que el salario mínimo cayese por debajo de la inflación y los sindicatos desaparecían en gran medida como factor importante en el sector privado, los trabajadores estadounidenses veían cómo sus fortunas iban a la zaga del crecimiento de la economía en general. ¿Era Friedman demasiado optimista respecto a la generosidad de la mano invisible?

Para ser justos, hay muchos factores que afectan tanto al crecimiento económico como a la distribución de la renta, por lo que no podemos culpar a las políticas friedmanistas de todas las decepciones. Aun así, dada la suposición común de que el cambio a las políticas de libre mercado ha hecho grandes cosas por la economía estadounidense y por el nivel de vida de los estadounidenses corrientes, es asombroso el poco respaldo que los datos proporcionan a esa afirmación.

Dudas similares respecto a la falta de pruebas claras de que las ideas de Friedman funcionan de hecho en la práctica se pueden encontrar, todavía con más fuerza, en Latinoamérica. Hace una década era normal citar el éxito de la economía chilena, en la que los asesores de Augusto Pinochet, educados en Chicago, se habían pasado a las políticas del libre mercado después de que Pinochet se hiciera con el poder en 1973, como prueba de que las políticas inspiradas por Friedman mostraban la senda hacia un próspero desarrollo económico. Pero aunque otros países latinoamericanos, desde México hasta Argentina, han seguido el ejemplo de Chile en la liberación del comercio, la privatización de empresas y la liberalización, la historia de éxito chilena no se ha repetido.

Por el contrario, la percepción de la mayoría de los latinoamericanos es que las políticas neoliberales han sido un fracaso: el prometido despegue del crecimiento económico nunca llegó, mientras que la desigualdad de la renta ha empeorado. No quiero culpar de todo lo que ha salido mal en Latinoamérica a la Escuela de Chicago, ni idealizar lo sucedido antes, pero hay un asombroso contraste entre la percepción que Friedman defendía y los resultados reales de las economías que se pasaron de las políticas intervencionistas de las primeras décadas de posguerra a la liberalización.

Centrándonos más estrictamente en el tema, uno de los principales objetivos de Friedman era la, en su opinión, inutilidad y naturaleza contraproducente de la mayor parte de la reglamentación pública. En una necrológica para su colaborador George Stigler, Friedman elogiaba en concreto la crítica de Stigler a la normativa sobre la electricidad, y su argumento de que los reguladores normalmente acaban sirviendo a los intereses de los regulados y no a los de los ciudadanos. ¿Cómo ha funcionado entonces la liberalización?

Empezó bien, comenzando con la liberalización del transporte por carretera y de las aerolíneas a finales de la década de 1970. En ambos casos, la liberalización, aunque no contentó a todos, aumentó la competencia, en general bajó los precios, y aumentó la eficacia. La liberalización del gas natural también fue un éxito.

Pero la siguiente gran oleada de liberalización, la del sector eléctrico, fue otra historia. Al igual que la depresión japonesa de la década de 1990, demostraba que las preocupaciones keynesianas por la eficacia de la política monetaria no eran un mito; la crisis de la electricidad en California en 2000 y 2001 -en la que las compañías eléctricas y las distribuidoras de energía crearon una escasez artificial para hacer subir los precios- nos recordó la realidad que había tras los cuentos de los barones ladrones y sus depredaciones. Aunque otros Estados no sufrieron una crisis tan grave como la de California, en todo el país la liberalización de la electricidad supuso un aumento, no una disminución, de los precios, y unos beneficios enormes para las compañías eléctricas.

Aquellos Estados que, por la razón que fuera, no se subieron al vagón de la liberalización en la década de 1990 se consideran ahora afortunados. Y las más afortunadas son aquellas ciudades que por algún motivo no recibieron el memorando sobre los males del sector público y las bondades del sector privado, y siguen teniendo compañías eléctricas públicas. Todo esto demuestra que los argumentos originales a favor de la reglamentación eléctrica -la observación de que sin reglamentación las compañías eléctricas tendrían demasiado poder monopolístico- siguen siendo tan válidos como siempre.

¿Debería esto llevarnos a la conclusión de que la liberalización es siempre mala idea? No. Depende de los detalles específicos. Deducir que la liberalización es siempre y en todas partes una mala idea sería incurrir en el mismo tipo de pensamiento absolutista que, se podría decir, fue el mayor defecto de Milton Friedman.

En la reseña de 1965 sobre Monetary history, de Friedman y Schwartz, el fallecido premio Nobel James Tobin acusaba levemente a los autores de ir demasiado lejos. "Considérense las siguientes tres proposiciones", escribía. "El dinero no importa. Sí que importa. El dinero es lo único que importa. Es demasiado fácil deslizarse de la segunda proposición a la tercera". Y añadía que "en su celo y euforia", eso es lo que muy a menudo hacían Friedman y sus seguidores.

La defensa del laissez-faire por parte de Milton Friedman parece haber seguido una secuencia similar. Después de la Gran Depresión, muchos empezaron a decir que los mercados nunca pueden funcionar. Friedman tuvo la valentía intelectual de decir que los mercados sí funcionan, y sus dotes teatrales, unidas a su habilidad para organizar datos objetivos, lo convirtieron en el mejor portavoz de las virtudes del libre mercado desde Adam Smith. Pero caía con demasiada facilidad en la afirmación de que los mercados siempre funcionan y que son lo único que funciona. Es extremadamente difícil encontrar casos en los que Friedman reconociese la posibilidad de que los mercados pudieran funcionar mal, o de que la intervención pública podía ser útil.

El absolutismo liberal de Friedman ha contribuido a crear un clima intelectual en el que la fe en los mercados y el desdén por el sector público a menudo se imponen a los datos objetivos. Los países en vías de desarrollo se apresuraron a abrir sus mercados de capitales, a pesar de las advertencias de que eso podría exponerlos a crisis financieras; después, cuando las crisis llegaron como era previsible, muchos observadores culparon a los Gobiernos de esos países, no a la inestabilidad de los flujos de capital internacionales. La liberalización de la electricidad se produjo a pesar de las claras advertencias de que el poder de monopolio podría ser un problema; de hecho, al tiempo que la crisis de la electricidad en California seguía su evolución, la mayoría de los analistas quitaban importancia a las preocupaciones por el posible amaño de los precios alegando que no eran más que teorías de conspiración descabelladas. Los conservadores siguen insistiendo en que el libre mercado es la respuesta a la crisis sanitaria, frente a las abrumadoras pruebas en contra.

Lo extraño del absolutismo de Friedman respecto a las virtudes de los mercados y los vicios del Estado es que en su trabajo como economista teórico era de hecho un modelo de comedimiento. Como ya he señalado, hizo grandes contribuciones a la teoría económica al resaltar la importancia de la racionalidad individual, pero, a diferencia de algunos de sus colegas, sabía cuándo parar. ¿Por qué no mostró el mismo comedimiento en su papel de intelectual público?

La respuesta, sospecho, es que se vio atrapado en una función esencialmente política. Milton Friedman, el gran economista, sabía reconocer la ambigüedad y la reconocía. Pero de Milton Friedman, el gran defensor de la libertad de mercado, se esperaba que predicase la verdadera fe, no que manifestase sus dudas. Y acabó desempeñando la función que sus seguidores esperaban. A consecuencia de ello, la refrescante iconoclasia de los primeros años de su carrera se convirtió con el tiempo en una rígida defensa de algo que se había convertido en la nueva ortodoxia.

A la larga, a los grandes hombres se les recuerda por sus virtudes y no por sus defectos, y Milton Friedman fue de hecho un hombre muy grande, un hombre de valentía intelectual que fue uno de los pensadores económicos más importantes de todos los tiempos, y posiblemente el más brillante comunicador de las ideas económicas a los ciudadanos en general que jamás haya existido. Pero hay buenas razones para sostener que el friedmanismo, al final, fue demasiado lejos, como doctrina y en sus aplicaciones prácticas. Cuando Friedman inició su trayectoria como intelectual público, había llegado la hora de llevar a cabo una contrarreforma contra el keynesianismo, y todo lo que eso conllevaba. Pero lo que el mundo necesita ahora, diría yo, es una contra-contrarreforma. -paul

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Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © New York Times Service, 2008. Traducción de News Clips.

Bush, Sarkozy y Durao Barroso, en Camp David. (Foto: EFE) Imagen:Image-Mount Washington Hotel.jpg

Las cumbres no salvarán de  la crisis

CAMP DAVID (EEUU).- Estados Unidos, Francia y la Unión Europea alcanzaron el sábado un acuerdo para proponer una serie de cumbres mundiales sobre la crisis financiera, que daría comienzo tras las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 4 de noviembre.

Tras su reunión en la residencia presidencial de Camp David (Maryland), el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, y el 'número uno' de la Comisión Económica Europea, José Manuel Durao Barroso anunciaron su acuerdo para "alargar la mano" a otros líderes mundiales la semana próxima proponiendo la idea de llevar a cabo una serie de cumbres.

"Los líderes mundiales serán consultados sobre la idea de una primera cumbre de jefes de Gobierno que se celebraría en Estados Unidos poco después de las elecciones en el país", informaron a través de un comunicado conjunto.

El documento también explicaba que esta reunión tendría como objetivo "revisar el progreso que se está haciendo para acabar con la actual crisis y buscar un acuerdo sobre los principios de reforma necesarios para evitar que se repita y asegurar la prosperidad global en el futuro".

Por último, el comunicado detalló que "las cumbres posteriores serían diseñadas para implantar acuerdos sobre pasos concretos que deberán ser tomados de cara a satisfacer esos principios".

Reunión en Camp David

Los dos mandatarios europeos llegaron a la residencia presidencial en Camp David (Maryland) sobre las 16.00 horas locales (20.00 GMT) del sábado, procedentes de Canadá, donde participaron en una reunión con el recién reelegido primer ministro Stephen Harper.

El mandatario estadounidense invitó a Sarkozy y a Durao Barroso a EEUU para abordar con ellos la crisis financiera y analizar posibles ideas y propuestas para solucionarla cuanto antes.

En una breve comparecencia conjunta, Bush anunció que acogerá "en un futuro próximo" una cumbre de líderes de la comunidad internacional para coordinar la respuesta global a la crisis.

"Deseo presidir la cumbre en un futuro cercano", dijo Bush, quien explicó que tanto líderes de países desarrollados como de naciones en vía de desarrollo participarán en la cumbre.

'Abiertos a buenas ideas'

Para que la cumbre tenga éxito, sostuvo, "debemos estar abiertos a buenas ideas de todo el mundo y por eso estoy deseando escuchar propuestas del presidente Sarkoyz y del presidente Barroso, y de otros líderes en los próximos días". "Es esencial que trabajemos juntos, porque estamos juntos en esta crisis", subrayó.

Tras la reunión, la Casa Blanca explicó que los tres líderes tuvieron una "muy positiva discusión sobre la coordinación de pasos que se necesitan dar para resolver la crisis".

Bush, Sarkozy y Durao Barroso acordaron que se pondrán la próxima semana en contacto con otros líderes para consultarles sobre la idea de "comenzar una serie de cumbres acerca de las respuestas al desafío al que se enfrenta la economía global".

La primera cumbre, que se celebrará en EEUU "poco después de las elecciones generales", se centrará en revisar el progreso que se ha hecho a la hora de hacer frente a la crisis y en buscar acuerdos sobre "principios de reformas" necesarias para evitar que se vuelva a repetir esta situación.

En cumbres posteriores, se acordarían "pasos específicos para poner en práctica esos principios", destacó la Casa Blanca.

Metodologías para la crisis

Horas antes, Bush aprovechó la ocasión para lanzar un mensaje de tranquilidad al mundo, al recordar que "con determinación y una acción centrada, superaremos esta crisis y nuestras economías volverán al camino de la prosperidad y de crecimiento duradero".

Las grandes decisiones quedarán para la cumbre extraordinaria del Grupo de los Ocho -EEUU, Canadá, Rusia, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia- y de otras importantes economías mundiales, que previsiblemente se celebrará en Nueva York.

Precisamente, Nicolas Sarkozy, subrayó hoy que, dado que la crisis se ha originado en Nueva York, "la solución global tiene que ser encontrada en Nueva York", tal y como propuso hace unos días.

El presidente francés tiene una apuesta más arriesgada y pretende revisar el actual sistema financiero internacional, establecido en 1944, tras la Segunda Guerra Mundial, en la conferencia de Bretton Woods. Sarkozy, que actualmente es presidente de turno de la Unión Europea, vez esta cumbre como "una gran oportunidad" para analizar a fondo la economía internacional.

"Quienes nos han llevado a donde estamos hoy no deberían poder volver a hacerlo (...) este tipo de capitalismo es una traición al capitalismo en que creemos, y por esa razón queremos que se escuche la voz de Europa", ha aseverado Sarkozy, quien quiere contar con el G-8 y el G-5 (China, la India, Suráfrica, México y Brasil) para construir "el capitalismo del mañana".